domingo, 25 de diciembre de 2011

Títulos de crédito

Los dramas del año anterior siempre son candidatos para los Oscars del año siguiente. Y yo, gracias a mi superproducción '2010', había arrasado en las nominaciones, consiguiendo, no sólo la opción de conseguir la estatuilla a mejor película, si no mi propio Oscar a mejor actor en un papel protagonista. Convencido de mis posibilidades, cometí el gran error del año: perder casi tres meses del 2011 defendiendo un largometraje obsoleto y del pasado. Las quinielas acertaron: no tenía la mejor película. Y aunque la crítica se rindió ante la evolución de mi personaje, que pasaba de ser la víctima a ser el fuerte, en un final contra todo pronóstico, tampoco pude dar la campanada como actor revelación. Había perdido en todas las categorías y, sin saberlo, arrastraba del año anterior una espiral de degradación que Lindsay Lohan ya hubiera querido para ella.

Los tiempos de transición fueron los más difíciles del año. Incluso peores que cuando no conseguí buenos finales y tuve que abandonar los rodajes. Era esa desidia, esa rutina aburrida. Los guapos siempre se habían mantenido juntos, y prácticamente era la única defensa que me quedaba. Y fue en Marzo cuando la otra mitad me hizo entender que llevaba viviendo de las rentas todo lo que llevábamos de año. Que me había convertido en una de esas estrellas estrelladas que acaban pasando sus días en la zona VIP de cualquier cárcel para luego tener mi propio reallity en busca de un nuevo mejor amigo. Dispuesto a recobrar mi posición, me dediqué a recuperar mi imagen pública. O lo que quedaba de ella. Retomé mi carrera, perdoné a quien pude, pedí disculpas a quien dañé, entendí mi valor gracias a alguien lejano y, mi máximo acierto, creé el Grupo Guapal, descubriendo y redescubriendo a quien hoy sigue de mi lado.

Para Mayo había vuelto a la cumbre. Embebido en mi renovada fama, Junio se presentó como amigo pese a sus exámenes y sus 'te faltan 35 décimas para aprobar'. Pero mi cabeza ya no estaba allí. La vuelta permanente a Málaga se acercaba, y movido por la revolución que había traído el jeque a la ciudad, decidí hacer mi propio plan de fichajes. Que si un poco de aquí, un poco de allí, que como no me hagas caso te echo de la convocatoria, que si el fichaje principal en Julio ahora se está tirando de los pelos, y esas cosas que pasan. Como eso de que lo bueno llega cuando menos te lo esperas, y, así, una carita sonriente, fulminó al resto de aspirantes, devolviéndome, momentáneamente, lo que hacía tiempo había perdido.

Lo que viene después de la carita merece un párrafo aparte, porque yo todavía no lo sabía, pero mi estatuilla estaba más cerca que nunca. Como siempre que el corazón late rápido, en Septiembre supe defender no sólo mi especialidad, sino también mi gran control. Selena había pasado su testigo, sus años sin ver llover, a las advertencias que desde Londrés me hacían las Saturdays. Yo no quise creerlas, quise pensar que detrás de todo se escondía algo. Pero no el algo que finalmente descubrí el último día. Fue ahí, en el tren, cuando me enteré de que había elecciones anticipadas, y anticipadamente, me habían elegido como candidato al Oscar a mejor actor secundario. ¡Actor secundario! ¡Yo! ¿En qué momento me había perdido? Al revisar el guión, acción en la que ya tenía una dilatada experiencia, lo ví claro. Agosto y Septiembre eran míos, pero eso apenas eran unos minutos del montaje final. La historia era la típica americanada romántica de dos que se enamoran y no pueden estar juntos, pero tampoco separados. El protagonista decide poner fin a la relación y encuentra a la persona perfecta...a la que resulta que no puede querer porque simplemente no es su verdadero amor. Y todo el mundo en el cine se emociona cuando los que nunca debieron separarse, vuelven a pegarse a pespunte. ¡Qué tonto había sido! Pensaba que yo tenía el papel principal, pero sólo era el actor de turno que aparece casi al final y al que toda la gente odia porque está a punto de separar a los protagonistas. En mi situación, sólo había una forma de poder optar al premio: la vis dramática que mostraba en la escena de la estación no sería suficiente, me tocaba convertirme en el malo malísimo. Y aunque en Octubre ya me imaginaba soltando mi discurso de ganador, había algo con lo que no contaba. El querer no se rompe sólo en el amor. Lo imcomprensible ataca cuando menos te lo esperas, que, casualidad o no, es cuando más daño hace. Así, tuve que abandonar el set de rodaje precipitadamente para embarcarme en un nuevo proyecto que ni siquiera había pedido. Y, aunque acudí a la ceremonia, los miembros de la academia nunca me perdonaron que dejara incompleta la que había sido la gran apuesta de La Guapa.

Lo que yo no habría adivinado es que, pese a lo poco de año que queda, mi carrera cinematográfica de 2011 todavía puede deparar una sorpresa más. La factoría Disney está interesada en mí. Por lo visto, quieren hacer un remake de una de esas películas de dibujos que van sobre elefantes que vuelan, y que podría llevarme de nuevo al estrellato tras tanta nominación fallida. No tengo nada asegurado, de momento sólo me observan para ver si doy el perfil. Me miran muy de cerca, y aunque me pone nervioso, yo me mantengo firme. Quiero ese papel. Sé que puedo conseguirlo. Y voy a ir a por él.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Borradores a la luz

Lo acabo de leer. Que la distancia sólo sirve para alejarse. Y para crear sentimientos diluidos que no sirven para pintar en condiciones. Sólo lo estropean todo. Así sin más. Y en un ejemplo de orgullo, romper corazones está al alcance de cualquiera. Incluso mío. Y lo que es peor, un día te das cuenta de que la diferencia entre restituir y sustituir es tan grande, tan grande, que sólo puedes seguir adelante.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Orden de alejamiento

¿Quién te hace daño es un amigo? ¿Los años son sinónimo de confianza? ¿De qué sirve haber construido algo si luego te lo tiran por tierra? No lo sé. No me encuentro bien. Hay cosas sobre las que no sé hablar de manera metafórica y esta es una de ellas. Hoy no sé ponerlo todo bonito y darle a publicar entrada.

No entiendo la gente que se cree con la verdad absoluta. No entiendo a los que se erigen como líderes de grupos de gente sin personalidad cuya arma más letal en una sonrisa por la cara y un ataque por la espalda. ¿En qué momento me equivoqué tanto? ¿En qué momento consideré como amigos a la misma gente que hoy no puedo ni ver? No quiero estar rodeado de alguien en quien yo confié y quien ha transformado todo lo bueno en basura. En cosas que no me interesan. En manipular mi imagen para cuadrar su inseguridad. En creerse que mi deporte favorito es ir contando una vida, la suya, la cual para mí no tiene ningún tipo de interés. Yo realmente lo he hecho lo mejor que he podido, es todo lo que tienen que saber los que hoy tanto hablan de mí. ¿Cómo se puede faltar un año y criticar cosas en las que ni ha estado presente? ¿Quién es para poner en duda mi amistad con otras personas? ¿Cómo se puede ser tan falso? ¿Cuál es su valor? ¿Acaso estuvo alguno de ellos el año que no paré de llorar? ¿Acaso alguien sabe que pasó? ¿Alguien se preocupó? Ah no. Que él y ellas sólo suman para criticar y para generar desconfianza.

Yo realmente creo en el capítulo 21. Creo que uno es responsable de las cosas domesticadas siempre, como le enseñó el zorro al Principito. Creo en ese tipo de amistad que no falla. Creo en las personas que no esconden una indiferencia. No puedo creer en una persona que se desentiende temporalmente de una relación de amistad por motivos ajenos. Que es tan fría de poder separarse como si nada. Que antepone a gente que nunca estuvo en los momentos malos. ¿Cómo se puede rechazar una amistad? ¿Cómo te puede pasar algo tan grave y que lo primero que pienses sea en cortar el contacto con quien se supone que era tu amigo? ¿En qué momento me perdí? ¿Fue el mismo momento en que en nuestro grupo ya no se puede hacer ningún tipo de broma por si alguien la malinterpreta y se ofende? ¿El mismo momento en el que el decirle algo a una amiga al oído es sinónimo de estar criticando a otra? ¿Quizá fue el mismo en el que no declarar la  guerra a una amiga me situó de golpe en el bando rival? Yo no puedo creer en todo eso. Creo en la gente que no te decepciona, porque después de una decepción no queda nada.

Y claro que he cometido errores. Como el que más. Pero no he cometido daños. Al menos no de forma deliberada. Ese es mi valor y esa es mi diferencia. Ahora no quiero nada que venga de toda esa gente. Ni de los de allí, ni de los de aquí. Un amigo no te hace daño. No te hace sentir mal. No te tiene días haciéndote sentir una mierda. Un amigo te valora y te quiere. Comprende tus dramas en la estación, te lava una camiseta, se acuerda de apuntarte a una práctica si no estás o se pasa contigo 4 horas al teléfono con tal de que no llores por el tercer imbécil de turno.

El resto no me interesa.

domingo, 23 de octubre de 2011

Un último día

No se trataba de todo eso, si no de todo lo demás. Del cuidado con el que saqué los pantalones de la maleta, y, sin saberlo ya dí comienzo a todo. De cómo no me dio tiempo a lavar la camiseta, pero la jefa del equipo se encargó de ella porque había apostado por él. De cómo no dije nada, ni una palabra antes de irme, pero ella me deseó suerte, porque sabía que yo nos representaba a todos. De cómo a distancia, los principales líderes de mi vida me habían brindado su apoyo, ya fuera en una heladería o por teléfono. De cómo yo me jugaba un corazón a latir nuevamente y el resto jugaban sólo para que yo ganara.

Sin embargo, parecía que todos nuestros votos no habían sido suficientes para que el lema "Esta vez sí" se impusiera a "Siempre se está a tiempo de arruinarlo todo", y con Vega en modo repetición, yo también busqué no sentirme de segunda mano. Pero no lo conseguí.

Había perdido la ilusión, pero no se trataba solamente de mí, no era un yo, era un nosotros. Y si caía yo, caíamos todos. Me había esforzado por imponer a la causalidad por encima de la casualidad. Y las plazas llenas, los corazones vacíos, que todo se adelantara 30 minutos exactos, verla a ella y a su mochila desde arriba, sólo vinieron a confirmar mi teoría. Como en la película, a mí no me perseguía nadie. En ese momento, entendí porqué los términos infinitesimales se desprecian frente a lo que realmente es importante, que es lo que estuvo antes que tú. Y mientras me acercaba con la maleta a la máquina de rayos X, la razón ya se había posicionado de mi lado, pero la tristeza también. Sentí de golpe la inmensa decepción que todos los que me habían apoyado se iban a llevar. El resto todavía no sabía de mi fulminante derrota, y en cierta manera, tampoco sabían de la suya, pero de alguna forma yo creía que podían verme. Así que sonreí. Todo el viaje.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Reflexión y refracción

Se va o se queda, ¿eso que más da? Importa poco, como poco es lo que importa. Las cosas no tienen un equilibrio, pues si lo tuvieran, la vida sería justa, en el sentido más literal de la expresión. Contra todo pronóstico he conseguido manejar el tiempo a mi antojo, y soy capaz de volver al mes de cualquier año que me proponga. La única condición es que sea más triste que el mes actual. Por eso, en Septiembre se complica eso de los viajes por el continuo espacio-tiempo.
Las letras no saben sentir, y las palabras no consiguen mucho más. Sólo se libran si las pones en canción. Entonces, aparecen siempre en el momento más indicado, que suele ser el menos oportuno. Las puedes distribuir en cara A y cara B, porque te servirán según tu expresión, según la dirección del paréntesis que acompaña a los dos puntos. Es lo de siempre, esto está todo dicho y todo escrito y de ser frío paso a crear la escala negativa de los grados Kelvin. Y ya ni siquiera lucho. Ni me enfado. Me da igual. Porque es una de esas cosas que se saben, pero con las que tienes que seguir adelante.

Si en la vida te define lo que no eliges, ¿cuántas vidas defino yo? Pero, ¿dónde quedo? El tiempo rige, pero es como la monarquía, y ya se ha quedado un poco inservible. Lo que realmente tiene poder es el momento. Y ese video una y otra vez. Yo también quiero colgar fotos en la azotea. Y pintar las paredes. Y dormir allí. Y saber que otra vez ha sucedido. Pero no puedo, porque nunca es el momento. Porque ni siquiera ellos lo consiguieron. Porque siempre me falta lo más importante.

martes, 20 de septiembre de 2011

Culpas en cadena

Mi último septiembre olía a cerrado. A cosas que no van bien. Yo lo sabía todo y sin que nadie más lo supiera, contaba días abajo y euros arriba. Pero ni el billete más caro me hubiera conseguido una plaza en un tren que no acabara en vías de extinción. Lo único que echo de menos de todo aquello es la confianza que por su culpa perdí.

Esta vez las cosas van rápido los días pares, y tremendamente lentas los impares. Esa es la peor parte. Incluso peor que la de pedir mucho y sacar poco, porque, aunque decir y demostrar empiezan igual, acaban radicalmente distintas. Y no es casualidad. A mí lo que me gustaría es poder creerme los dichos, como si no supiera que siempre pasa lo mismo. Pero, sobre todo, lo que más me gustaría es que realmente yo no tuviera un pasado y pudiera querer como la primera vez. Entonces, alguien me tiró por tierra la máxima de que la gente que te quiere no te daña. Y así, tuve que dejarme la confianza para otra convocatoria después de que alguien me mintiera con el temario que entraba para el examen de diciembre. ¡Y ahora soy un paranoico! No puedo creer en nadie. He perdido esa capacidad. Y es injusto. Para mí y para quien consiguió derretir todo el hielo que me recubría. Y si sólo por un momento no pudiera conseguir volver a creer y me quedara sin quien ha traido ilusión donde pensé que quedaría vacío para siempre, todo sería por tu culpa. Por tu estúpida culpa. Y jamás podría perdonártelo.
 

domingo, 21 de agosto de 2011

Fueron ellos

Parece que sólo quedamos nosotros para entenderle y, que de los dos, tú eres quien le conoce mejor, con tanto adjetivo batallando de su lado. Sin embargo, detrás de su música no fuiste capaz de sacar la cara por quien nadie quiso como amigo, y así, perdiste el derecho que una vez habías ganado.
Los oscuros de corazón tiran fuerte y te quieren en su equipo. Ellos ya lo intentaron cuando lo que les palpitaba dentro todavía era de un rojo lustroso, y al caer, como todos alguna vez, decidieron no levantarse más y dedicarse a tirar al resto de personas que sí volvían a tener valor. Fueron ellos, y no tú, los que se llevaron su sonrisa y devolvieron un algo que ni siquiera el que hoy me hace sumar dos puede entender. Fueron ellos, y no yo, los que mintieron e intentaron que tú también te quedases sin nada dentro.
Él, mientras, se enciende y se apaga. Y lo haces tú, como si pulsaras sin parar uno de esos interruptores que crees que no funcionan pero que realmente dejan sin luz a media ciudad. Tu misión no es nada fácil y muchos ya se han quedado por el camino. Tú, tienes una gran ventaja: el resto, a diferencia de ti, no han aprendido a no vender el amor.

Y tú, además, ya sabes que lo que cuenta es guardar la felicidad en el corazón.

jueves, 4 de agosto de 2011

Un mensaje en el tiempo

Querido yo de 1997,

Hay algo que debes saber antes de que sea demasiado tarde. Algo que puede cambiar mi presente hoy. Pero, para que lo entiendas todo, tienes que saber lo que ha pasado en todo este tiempo. Lo primero de la lista, es que pocos te verán llorar en estos años, y, esos pocos, serán los que deban cruzar la pasarela y seguir de tu lado. Muchos corazones se erosionarán voluntariamente, son esos a los que una vez llamarás amigos, y, aunque realmente creo que lo fueron, ya no están. Encontrar una solución puede ser peor, y habrá un momento en el que sólo descubrirás que América no esta al principio de Sevilla. La decepción merecerá la pena por los recuerdos de tres personas que no serán tan amigos después de todo. Pero, si te soy sincero, todavía espero que al menos uno de ellos vuelva a mi equipo.

Hay algo que no va a cambiar, el invierno seguirá siendo invierno por mucho cambio climático que vendan por la tele. Lo sencillo para ti será complicado, por eso tendrás que aprender a que no te consuma la
vida lo que un día te la dió. Ni eso, ni la profesión de altos vuelos que finalmente escogerás. Aunque tú todavía piensas que te dedicarás a estudiar plantas debajo del mar, tu futuro está mucho más arriba. Mucho más de lo que puedes imaginar.

No lo creerás hasta que lo vivas, pero te tocará hacer de malo donde menos lo mereces, y sólo una canción contará tu verdadera historia. Encontrarás a quien parecerá dispuesto a todo. Incluso a decepcionarte. No lo sabes, pero tú siempre serás el primero en olvidar. ¡Y te parecerá mentira! Tú, siempre tan sentido y tan sufrido. Aprenderás a dejar las cosas donde ellas mismas decidieron quedarse, pero nunca entenderás los arrepentimientos tardíos de aquellos que se fueron, ni porque siempre los adioses se transforman en hasta luegos de esos que llegan con tanto retraso que ni siquiera les dejo entrar.

Ya sé que no puedes dejar de pensar en el que hubiera pasado si no hubieras tomado aquella decisión, si ella no hubiera decidido seguir su camino sin ti, si todo hubiese pasado de otra manera. Yo todavía
sigo pensando en todas esas cosas continuamente, pero si hubiera podido escoger que alguien me hubiera dado un consejo de pequeño sería este: no tiene sentido lo que no tuvo lugar, pues no ocurrió. Y pasa mucho tiempo hasta que te das cuenta que la cosa no es sobrevivir, si no sobre vivir.

Con 2000 contradicciones, 8 para septiembre, 16 temas sobre los que no querrás hablar, 2 caminos, 3 ciudades vetadas, 150 palabras, 257 sentimientos que, tras el enfriamiento global que te convirtió en alguien frío, eres incapaz de sentir y manteniendo el 21 como número favorito, has llegado hasta aquí. Y, ¿sabes?, todo ha merecido la pena. Porque septiembres y exámenes hay muchos, casi tantos como contradicciones. Y porque las ciudades vetadas las cambio por otras que no tenga repetidas y me formo un piso para tres con un poquito de Reus y otro poco de Santander.

Y te escribo todo esto, porque las 150 palabras que vuelan por aquí abajo están luchando con todas sus fuerzas para derretir el hielo que todavía mantiene congelados los 257 sentimientos. Y, cuando lo consigan, me situarán frente a los 2 caminos que me llevarán de vuelta a no ser 1. Y tienes que saber que todo el desengaño que un día se siente, todo lo que piensas que no se arreglará, todo, merece la pena.

Tienes que hacerme caso, no bajar la guardia y, mucho menos, la cabeza. Ya lo decía aquella película que, 14 años más tarde, todavía tengo pendiente ver. La vida es algo más que la suma de sus partes.

viernes, 15 de julio de 2011

150 palabras

Puedo contarte en menos de 150 palabras que son casi las cuatro de la madrugada y ando desde hace horas buscando algo que mañana leas y te haga sonreir. Pero todas mis palabras no servirán de nada si no crees la historia de los labios que resucitan instantáneamente, sin ni siquiera tener que esperar los tres días de rigor. Ya sé que todos tenemos una historia que no puede ser contada, que alguna vez oxidó el corazón, pero no puedes olvidar el millón de razones que inclinan la balanza a escribir en plural, y que lanzan el pasado bien lejos. Las palabras se me acaban, y, con lo poco que te conozco, no sé si habrá sido suficiente, pero no pasa nada, ya verás, estoy convencido de que pronto podré explicar como mi sentimiento favorito, volvió a ser mi sentimiento favorito.

lunes, 27 de junio de 2011

Uno de ellos

Todos se han revelado. Los girasoles le dan la espalda al sol y parecen dispuestos a no perder ni un sólo segundo más, dejando atrás la vida que alguien ha diseñado para ellos. Nosotros no podemos hacer lo mismo. La selección natural nos convirtió en superhéroes y, desde entonces, tenemos que afrontar nuestro destino cada 3 meses en aquellos sótanos que estan vacíos de algo que llene los corazones. Las 35 décimas-de-fiebre que faltaban me han dejado totalmente frío. No llego ni a la temepratura mínima para estar destemplado. Todo es culpa de ese lugar que vuelve tristes a las personas. Sin una razón especial, parece. Es un lugar lleno de ilusiones convertidas en intentos. Aquel libro ya hablaba de la gente que pasaba más tiempo del necesario en ese sitio: se lastiman más fácilmente, se cansan más pronto, lloran más, y recuerdan más. Y así, se vuelven tristes antes que nadie en el mundo.

Pensaba que no podría convertirme en una de esas libretas que acumulan direcciones a las que nunca más irás, pero estaba equivocado. Hace unos años, cuando nuestros poderes nos fueron revelados, todavía podíamos ser fuertes en las noches de invierno, y mantener el tipo contras las listas que atemorizaban a la población de aquel lugar con números que nunca rebasaban el cinco. Entonces, la palabra ilusión todavía tenía un sentido y luchar contra todo aquello también.

Pero el resto no acumulan derrotas una tras otra. Y no acumulan incumplimientos de varias promesas y media, ni acumulan mucho te quiero perrito, pero de pan poquito. Son todas esas cosas que tuve que dejar atrás para seguir en este camino las que gritan, desde lo lejos que las dejó el tiempo, que me equivoqué y que no dejo de hacerlo. Y, ¿si no puedes entender eso, cómo podrás seguir a mi lado?

lunes, 30 de mayo de 2011

Una disputa, una farola y una historia al revés

Una palabra no dicha me lleva de vuelta a la sección de oportunidades perdidas de El Corte Inglés más cercano. Esta vez las derrotas llueven por el centro y los anticiclones llenan de amarillo chillón mi mapa con soles que sonrien y dan ganas de estrujar para que sonrían todavía más. Los libros se me quedaron pequeños, no saben que te chivé cual es la respuesta al gran problema sin que sus páginas-ordenadas-por-días pudieran hacer nada. Lejos de amilanarse, y actuando en defensa propia, las páginas de la 26 a la 47, que sospechaban que nuestra historia tenía un nudo, se rieron de mí aprovechando que el lunes les tocaba a ellas. Pues sí, claro que tenía un nudo, venía justo después de la introducción y de nuestro Principio de incertidumbre. Yo prefería no acordarme de él y convertir todo ese tiempo en un momento de inercia que nos impulsara a ver todas las señales que nos advertían de tanto coche roto que no alcanzaba la velocidad mínima y debía abandonar la autovía por la primera salida.

El etcétera y los puntos suspensivos llevan una ardua disputa desde hace mucho tiempo para imponerse como última intervención de nuestra historia, y pretenden que yo sea el encargado de convencer al resto del jurado de la absoluta razón de uno de ellos. Y la verdad, es que había algo que me empujaba a tirarme en marcha, con tanto secreto en la guantera y con el ticket de devolución caducado. Me daba pavor llenarlo todo con lo mismo y que no quedaran márgenes suficientes que me aseguraran que podría responder ante una caída repentina. Por eso, antes, hubiera apostado por un etcétera en todas mis historias que prolongará la felicidad de las miradas con lágrimas en los ojos, como la del zorro despidiendo al Principito. Pero hoy, el reloj se deja vencer por la gravedad y sus manecillas, como mis manos, quedan rendidas. El etcétera ya no puede solucionar nada. Confiando en su solvencia, y en la mía, lo ha hipotecado todo, y su aparición en nuestro final, sólo traería deudas. Por su parte, los puntos suspensivos siempre son tan tristes que sólo alguna canta-autora los querría para sus canciones de tardes de domingo que se transforman en lunes de 36 horas. Su disputa por la victoria se ha convertido para mí en el intento de descubrir cuanto antes la página 232 que me devuelva de golpe al presente.

Los miedos de la farola que ha cambiado de jefe recientemente y teme por su despido se amotinan bajo su luz naranja. Sabe que si se va, esto no será un hasta luego, y los adioses siempre se llevan demasiadas cosas. Las calles pueden iluminarse con muchas luces, por eso tendrá que luchar contra el frío que duerme la buena voluntad de la gente, y que separa en kilómetros las grietas que han superado su longitud crítica y han crecido descontroladamente hasta que entre tú y yo se ha colado este domingo astromántico que nos sube a una azotea que no cree en la magia. Que se transforma en una lucha de gigantes que nos divide en equipos distintos y que me obliga a ganarte, combatiendo mi amarillo feliz con tu naranja nostalgia. Es demasiado pronto para que sonrías. Será mejor que cambies el fondo de pantalla y empieces a redecorar tu habitación antes de que me de tiempo a tomarme el último café con la página 239 que me enseñará a distinguir entre las historias y las leyendas urbanas.

Ya lo sé. Claro que lo sé. Claro que me acuerdo. Cómo podría olvidar todo aquello. Yo fui quien construyó todo esto a base de ilusión y, a cambio, tú borraste la palabra olvido del diccionario. Y, de repente, yo lo tiré todo por tierra voluntariamente a expensas de ti y sabiendo que nunca comprenderías qué había pasado. Sabiendo que nunca encontrarías la palabra que podría solucionarlo todo, pues ya no estaba en tu diccionario. Es difícil que ellos lo comprendan. Los que vengan detrás nunca sabrán la verdad, ni entenderán la diferencia entre ‘must’ y ‘have to’ aplicada a la separación del número dos. Es demasiado pronto para que ellos lo comprendan.

viernes, 20 de mayo de 2011

Pero de pan poquito

Las sonrisas mal disimuladas son nuestra mejor arma contra las elecciones que llegan tarde debido al robo de los meses que huyen incumpliendo años como quien incumple promesas. Hace miles de días, harto del eterno retorno, decidí dar mi propio golpe de estado en las primeras elecciones de amigos en la época universitaria. No quería encontrarle el sentido a lo mal que se llevaban el dicho y el hecho, pero era tan fácil como preguntárselo directamente a ellos, aunque no respondieran entonces, ni respondan ahora. Nunca lo hacen cuando se les interroga directamente por algo. Muestran su cruz y vuelven a ser los mismos desconocidos que 2007 vio llegar a mi vida, cuando realmente creí escoger bien. Sin embargo, las disputas internas, los pactos por conveniencia y la demagogia como forma de expresión permanente, han acabado por hundir definitivamente aquello que creí tan sólido y que ha terminado resultando nada. Desde siempre te venden que el amor no dura eternamente, pero nadie te dice que hay amistades que tampoco. Su tiempo deja de traer días felices y, de una forma muy sútil, no te queda más remedio que abandonarles.

Ahora, no me tiembla el pulso a la hora de intentar sacar adelante una moción de censura que pueda acabar con todo esto que ya no me interesa. Ya no es posible que entiendan la apuesta que hice por cada uno de ellos y la decepción que me llevo con tanta noche de cristales rotos y, sobre todo, de cuchillos largos. Afortunadamente, Cortázar y Rayuela me enseñaron que basta con cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar. Para ello hay que estar muy atento, es el momento del desvío del que hablaba aquella película que nunca ví. La oportunidad para cambiar a las personas que conforman el hemiciclo de mi vida, que durante cuatro años fue ocupado por quien yo consideré mi grupo. No sé cómo, pero creo que ese aire cantábrico tan cercano en Andalucía ha reunido el suficiente apoyo para que pueda concurrir a estas elecciones. Ya sólo tengo que pensar en como hacer cabeza de lista a las gomas de borrar que dejan mensajes entre tanto apunte. A los militantes que todavía quieren formar parte de mi partido. A las mezclas de color imposibles. Y a los cientos de promesas que, gracias al robo de los meses, todavía tengo tiempo de cumplir.

domingo, 10 de abril de 2011

Sólo ida, por favor

Mi corazón cicatriza demasiado rápido. Desde fuera parece todo lo contrario, pero ellos no saben que aquí el tiempo corre de manera distinta. Se ha ido entrenando con el paso de los años, que son de su dominio. Y como también lo son los días, todos los miércoles, nada más amanece, se va a correr por el borde del río. Y río que te ríe con su buen humor matutino, parece que gasta todas las sonrisas de buenos días que guardo en el bote de al lado de mi cama. Con semejante contrincante es mejor aplicarse eso de que una retirada a tiempo es una victoria, pero es que ni con esas podría ganar un segundo puesto. No hay ni que decir que el tiempo tiene el monopolio de todos los segundos del mundo. Además, mi Retiro lo dejé en Madrid tiempo atrás, justo cuando mi magnetismo se convirtió en sólo uno de esos velcros que ni siquiera se mantienen unidos. Fue entonces cuando me di cuenta de que antes tardaba en cicatrizar años y ahora a penas unos meses. Y eso que antes no sabía querer y ahora sí.

El cardiólogo me dijo que el problema no estaba en mi corazón. 'Usted lo que tiene es un enfriamiento global'- me informó. Todo yo sufro un proceso progresivo de congelación. Durante algún tiempo, la situación mejoró gracias a la concienciación que un habitante extranjero trajo a mi pequeño planeta, pero tras su fuga, el frío me vuelve a ganar terreno. Creo que tanto tercer puesto en mis disputas con el tiempo me han hecho crecer a un ritmo transgénico. Es todo eso que se va quedando tras de mí lo que está destruyendo la capa de recuerdos que protegía mi planeta. Ahora todo duele, pero el frío hace ver que no. Es algo adictivo. Por eso mi corazón cicatriza cada vez más rápido. O eso me creo yo. Los activistas luchan con todas sus fuerzas para poder poner remedio a la situación a tiempo. Ponen carteles, organizan manifestaciones, pero todo es en vano. Cada vez se les oye menos. El enfriamiento les está afectando como a cualquier habitante de mi planeta y su voz se hace fina pero insegura. Sin saberlo, los fantasmas también contribuyen a restablecer la situación de planeta normal que un día reinó. Ellos siguen haciendo las mismas cosas de siempre, sin saber que dejaron de existir hace mucho tiempo. Y lo cierto es que puede ser tarde. Quizá el enfriamiento global sea ya un proceso irreversible y mañana los 257 sentimientos que intenten impactar contra mí, se verán obligados a resbalar por el hielo que lo habrá invadido todo. Me habré convertido en alguién frío. Y ni si quiera la historia más triste de amor me dará pena. Las lágrimas no existirán porque caerán al suelo congeladas y se romperán. Sin más.

Y quizá, entonces, no sea todo tan malo, ya verás.

domingo, 3 de abril de 2011

Cortocircuito

En bloc de notas, todo queda mejor escrito. Pero fue cuando me quedé sin palabras que escribir, cuando descubrí un lugar de los de quedarse a vivir. Es raro, porque Noviembre aquí no cuenta. Pero casi que mejor. Así me quedo con veinte, y le gano un año al resto. Pero, para entenderlo bien, habría que empezar a contarlo todo desde el principio.

Empezando porque las vueltas de tuerca siempre se me dieron bien. Eso si, sin apretar mucho, que nunca es bueno pasarse. Continuando con que mi corriente continua dejó mi capacidad totalmente abierta a una señal constante-mente repetitiva. Y, aunque un montón de partículas hubieran querido mi forma de onda para ellas, me pareció demasiado seductor el regimen transitorio. Convertido en autoinducción, los Voltios me declararon la guerra sabiendo que mi rendición estaba cerca. Afortunadamente, la redención la gané vitaliciamente hace tiempo junto al apoyo solitario del imperio Amperio, lo que en la batalla final nos llevo a perder precipitadamente y sin tensión. Y entonces, entré en cortocircuito.

Hay algo en lo que la chica de la habitación de al lado llevaba razón: el continuo espacio-tiempo no iba a hacer una excepción conmigo. Imbuida en el espíritu de John Lenon, no sólo me ayudo a entender que la vida pasa, sino que sus planes fueron darme la chapa hasta que me concienciara de ello. A cambio, me propuse enseñarle el eterno retorno. Decidí dejar a María Zambrano en la estación, y volar cual super-hombre hasta los pensamientos de Nietzsche, y como todo vuelve cíclicamente. Mientras intercambiamos viajes de ida y vuelta, los días grises se convirtieron sólo en una opción. Nos hicimos un apaño con los sillones para estar más cómodos y la tele se convirtió en aliada. Creamos una especie de triple-entente con el sofá, y nos independizamos del resto. Es la mejor decisión cuando cambias tu forma de ver las cosas y las cosas que ves, cambian.

De arriba a abajo, me quedé en el medio, con aires de familia. Con un tercer intento de completar al menos un año entero sumando dos. Prohibiendo enfados y regalando sonrisas. Creo que esa debe ser la fórmula para conseguir la reacción adecuada. Lo único que me falta es ajustarla bien, que al final, los oxígenos siempre me bailan con la excusa de ir de dos en dos. Yo prefiero hacer las cuentas mentalmente para no tener que usar la goma más de lo necesario. No me gusta borrar cosas que escribí, que si lo hice fue por algo. Y la solución no vale si te olvidas del planteamiento. Eso de eliminar partes de la historia se lo dejo a otros, que tienen mas experiencia. En la estela de los cometas estaba la clave. No es casualidad que ella siga aquí conmigo. Sin saber muy bien que decir y en ocasiones fallando. Pero estando. Además, para arreglar palabras ya tenemos a la jefa, que echa la quiniela y le toca hasta el complementario.

Las mejores trayectorias en los concursos se miden en progresos. Los concursantes que siempre han estado ahi, pero van a más, siempre les ganan a los que son favoritos desde el principio. ¡Y yo con la vida en modo aleatorio! La gente que oiga más allá de sus latidos, puede cruzar la pasarela e ingresar en mi equipo para intentar sacarlo del descenso. Sólo alguien que actue con el corazón vendría sin dudarlo a mi equipo. A luchar por mí y conmigo para seguir estando entre los más grandes, o sea, impidiendome hacerme pequeño, pequeño hasta desaparecer. Por eso, a la hora de fichar, lo hago con sentimientos, y no con pensamientos.


El riesgo de extinción me amenaza como si fuera un lince, y es que de mi título de prefecto no queda mucho, y encima, sigo en cortocircuito a la espera de llegar al regimen permanente. Y aún así, aquí están conmigo. Éste.

Éste era el lugar del que te hablaba.

domingo, 27 de marzo de 2011

Mucho más que eso

Llevo un montón de tiempo nominando sin piedad a Noviembre y a Diciembre. Me hacen la convivencia imposible. Siempre que están cerca de mí, me siento tan vacío, que todo duele por dentro. Sin embargo, no sirve de nada. La audiencia siempre los salva y nos tenemos que volver a ver las caras en la casa. Yo con ellos me cruzo deprisa, como si yo también bailara solo. Y en una de esas canciones fue cuando empecé a sospechar que quizá quien estaba detrás de mi odio a Noviembre y a Diciembre era Octubre. Con tanta celebración, siempre hemos estado muy unidos, pero tras el cambio de hora, lo he visto todo claro.  No me salen las cuentas de otra forma. Octubre fue quien me puso la hoja en blanco y borró todo lo que tenía. El que se cargó tantas despedidas de las de colgar y llorar. El que me puso en contra a la mayoría del calendario. Octubre dijo nunca más, pero yo lo he pagado con los otros. A veces, te das cuenta de estas cosas demasiado tarde, o incluso, demasiado pronto. Pero siempre es el momento equivocado. Como si los puzzles fueran función del tiempo, y las piezas que ayer encajaban, hoy no lo hacen.
Mientras, en la casa, lo único que pasa es la vida. Y es eso precisamente lo que me hace no abandonar. Eso y que con el aislamiento no me dejo llevar por lo que dice el horóscopo. Justo antes de entrar, Marte ingresó en mi signo y todo empezó a ir mejor, pero no sé porqué, los astros pretendían que rompiera el corazón de alguien a quien un día quise, y luego quise odiar. Y luego quise no haber conseguido lo último. Sin embargo, para entender porqué estoy aquí, tendría que remontarme semanas atrás, cuando un día me vi rodeado de las mismas letras de siempre. No me lo pensé ni un segundo. Hice la maleta y me vine, sin que nadie a mi alrededor tuviera mucho que ofrecerme. Fue como un gol en el descuento. Algo que ocurrió en el último momento y contra todo pronóstico, como a mí me gustan las cosas. Igual que cuando la audiencia decidió que debía abandonar la casa Enero y no yo. ¡Parecía tan fuerte con todos esos días cargados de exámenes! Pero, ¿sabes? no me hubiera importado haber sido el expulsado y haber tenido mi entrevista. Con mis videos de los buenos momentos y, sobre todo, de los malos. Sabiendo que, si supe defender 1997, podría haber defendido las acusaciones de haberme dejado llevar por la tristeza. Porque sí. Eso realmente fue así, pero yo, al menos, no me llevo a mis espaldas haber roto un corazón. Ni siquiera haber herido a nadie. Sin embargo, quedarme esa semana es lo que me hizo derribar definitivamente mi pantalla de resistencia. Lo que me hizo decidir poner las extrasístoles en tratamiento y entender que sigo en todo esto por algo, y que, sea por lo que sea, yo debo responder a los meses que si creyeron en mí. Todos esos que se alegraban cuando volvía de la sala de expulsiones.
Ahora todo está bien. Por fin lo puedo decir. Durante todo este tiempo, he tenido la necesidad de que alguien me salvara. Mis compañeros, el público, cualquiera. Y se lo agradezco a todos los que me han permitido llegar hasta aquí, tan lejos, pero ya he aprendido, otra vez, a salvarme a mi mismo. Por eso, cuando digan mi nombre, no se romperá el sueño. Esta vez, no. Las historias, no son interminables. Ni siquiera el propio libro lo era.

lunes, 14 de marzo de 2011

Alguien me enseñó

La verdad es que no sé qué decirte. Hace nada estaba ahí tan tranquilo, como siempre. Viviendo con hechos y arrancando colores. En Diciembre, llovía. En Octubre, llovía. Y el fin de semana fue como un Noviembre condensado en dos días. Para las prisas, un autobús directo al aeropuerto. Allí, los vuelos de días azules llegaban con retraso. Con un insoportable retraso. Hubiera perdido los papeles, pero es que nunca llegué a encontrarlos. Tenía que haberlos buscado considerándolo una cuestión de obligación moral y no de necesidad natural. Siempre me equivoco y lo hago al revés. Me pasó lo mismo con eso de la felicidad y su escurridiza tarjeta de embarque. No sé cómo lo hace. Siempre la ponen en clase preferente y nunca coincidimos. Ya sabes, los trucos fáciles para los días duros y la doble moral de las compañías. Se permite exceso de labios, pero no de besos. Y yo, y esa manía de buscar el futuro en el pretérito imperfecto, directos a clase turista. Contigo. Y no sé muy bien qué decirte en medio de todo esto. Siempre igual, ya no me acuerdo de quien eras. La cosa es que te miro y mi mente quiere recordarte. Miro tus manos, que no paran de moverse, como intentando explicarme quien fuiste en mi vida, y sigo en blanco. Tus ojos quieren decirme algo, pero se quedan callados. Tu boca parece triste, pero no hay manera. Ando por mi cabeza buscándote en algún rincón, y sigue sin haber forma. Te perdí entre tanta terminal. Entre tanto terminar. Pero no te preocupes. Quizá mi memoria sea de efecto retardado. Es eso, ya verás. Llegará el día. Después de echarnos a perder sería una pena perdernos. Cuídate, hay algo en ti que me dice lo que significaste para mí. Es esa mirada tan triste y esa sensación de tener que protegerte. Tienes que entender que no puedes embarcar con todo lo que guardas dentro. Los recuerdos no son equipaje de mano. Eso se queda en tierra. Yo lo aprendí muy bien. Si quieres volar, los recuerdos se entierran.

sábado, 12 de marzo de 2011

Dos promesas y media

Me he hecho una promesa de esas que casi nunca se cumplen. Como la de dejar de fumar. La nostalgia, como el tabaco, es un vicio. Tiene más ganado quien al menos lo intenta, pero en caso de perder, todos somos iguales y volvemos a casa sin nada.
Empezaré por el final. De los millones y millones de habitantes de este planeta, sólo una persona dejó de buscarme para encontrarse y, de repente, me ví obligado a hacer un nuevo camino sin una vieja compañía. Es de esas situaciones en las que tienes que reaccionar rápido. Como cuando te caes en medio de la calle y te levantas haciendo ver que no ha pasado nada. Pues lo mismo. Descubrí que es verdad que cuando las cosas buscan su curso, encuentran su vacío. Que las estrellas fugaces son muy bonitas, si. Pero de cerca, queman. Y su nombre no es en vano. 
Los caminos que he ido escogiendo me han traído hasta aquí. Y aquí, nunca lo he negado, quiero el sobre rojo. O lo quería, ya no lo sé muy bien, todo eso formaba parte de mi plan A. Ahora, sólo puedo elegir entre el sobre amarillo o el naranja. O abrir la puerta 2. O quedarme con los 4000 euros e irme a casa. Sé que es difícil, pero resignarse sólo debería estar permitido un número limitado de veces al año, y yo ya he cumplido el cupo. Esa sensación de que quema todo por dentro no es muy recomendable. Aún así, el público no para de gritarme que debo plantarme y conformarme con lo que ya tengo en mi haber. Que llevaba las de perder desde siempre, y he aguantado mucho. Que debería sentirme orgulloso de llegar hasta donde he llegado. ¡Pero no se enteran de nada! No me interesa el dinero, el olvido no se compra. Es pronto para que ellos lo comprendan. Parece que en la vida sólo se crece a golpe de dolor, y no a golpe de ventrículo, como yo creía. Las cosas han cambiado mucho desde que me vi obligado a buscar un plan B.
De momento, me quedaré con el comodín de la frase que una vez leí: el que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra. Así que será mejor no tomar ninguna decisión que me haga perder todo lo que ya llevo ganado. Poco a poco, empezando de cero, lo conseguiré.