sábado, 8 de noviembre de 2014

La vuelta de Plutón

Tenía la mirada perdida, o, al menos, yo no la podía encontrar. Estaba parado delante de mí, como si se le hubiese agotado la batería. En ese momento habría hecho cualquier cosa, le hubiera traído a Plutón de vuelta si me lo hubiera pedido. Pero no hice absolutamente nada. ¿Cómo puedo seguir triste por lo de aquel año? Plutón está otra vez aquí, con los fallos, el futuro aterrador, los coches por el cielo y nosotros convertidos en máquinas.

jueves, 25 de septiembre de 2014

La convicción

Desde el escalón de abajo las cosas se ven radicalmente distintas. Serán los clichés que hay por aquí tirados, que no paran de definirlo todo. Lo cierto es que después de eso no hay mucho que contar porque los años grises, y no los eternos, se llevaron casi todo el color.

La cosa es que yo no hubiera dudado ni un momento en volver a sumar. Por eso de creer que merecer la pena es algo más que una frase hecha. Es como que siempre da igual. Como que la herida la causa el escalón y la aumenta la convicción. Es insoportable. Es insoportable encargarse de las emociones y saber, por todos los días y meses y años grises, el resultado final. Es insoportable un segundo más así.

lunes, 11 de agosto de 2014

Diferido

No me había dado cuenta de la maldad que parece correr dentro de mí. No me había dado cuenta, la había asumido directamente. Exactamente igual que el egoísmo y todos esos pensamientos innatos. Es mi guerra contra Platón la que, precisamente, me aleja tanto de él. Pero son mis pésimas propiedades mecánicas las que me han hecho débil frente a la corrosión bajo tensiones e incapaz de vencer en batalla. Luego viene cuando se tambalean los cimientos y los juicios al estilo americano y la repugnante retroalimentación y cuando puedo probar que los corazones rotos no fueron los que hicieron todo el hielo, aunque ya no recuerdo si las cosas ocurrieron en ese orden.

Lo cierto es que aunque filosofía e historia parecen enfrentadas, esta no es una de esas ocasiones. Las aguas mansas me están ahogando, y a la vez pretenden rescatarme. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo es posible? Lo es, porque es una trampa, y cuando escape, todo lo que dijeron, todo lo que crearon, se convertirá en verdad. Es horrible, porque siempre hay un acto más, un favor más. No sé si algún día lo entenderán, pero ya da igual. Hay que parar esto, hay que estallar por los aires.



sábado, 24 de mayo de 2014

Los días eternos

Los días eternos son peores que los días grises. Por el agua y las inundaciones. Por no poder abrir la boca para no ahogarme. Y por tener que escribir las mil palabras de rigor que compensen el hecho. Y luego otras mil más, porque la balanza se ha vuelto a inclinar. 

No pasa nada, lo cierto es que podría escribir todas las palabras que existen. Por eso esperaré un poco más. A que algún día sea diferente y al levantarme el robot haya desaparecido. Y con él la báscula que sólo sabe de pesares pero no de sentimientos. Y entonces, ya verás, se irán los ojos mojados de sábado porque ya no tendré nada que vaciar. 

Pero puede que ese día no vaya a llegar nunca. Lo sabía, no lo va a entender. Los días eternos sólo se pueden vencer si te enfrentas directamente a ellos, como hizo Atreyu con la mirada de las esfinges. De cualquier otra forma, no se acaban. Las palabras, en cambio, comienzan a escasear.

domingo, 16 de febrero de 2014

A ti no te pasará

Frente a mí, se caía a pedazos. Yo sabía que era igual que aquel capítulo y, como en la serie, también se preguntaba cómo era posible despertarse cada mañana sabiendo que debía haberlo hecho mejor. Pero estaba equivocada, no podía.

En mi propio cuarto estaba ese estúpido sofá burdeos en el que casi no cabíamos dos y era como una metáfora de toda la conjugación española y de la batalla que me acabó derrocando. También estaba ese teléfono sonando, sin parar, y ella me miraba como esperando a que asumiera que estaba volviendo a ocurrir, que el pegamento ya no funcionaba. Claro que estaban todas esas cosas, si no, hubiera sido como dejar por la mitad alguna de esas historias que sólo me importan a mí.

Todo lo demás da exactamente igual. Las buenas intenciones, las malas, las causalidades y las casualidades. ¡Dan igual! ¿Han logrado cerrar las heridas? ¿O al menos convertirlas en cicatrices?

¿Han logrado explicar por qué somos lo que somos? ¿Por qué nos pasó todo esto?