lunes, 27 de febrero de 2012

Universos para lelos

Los reportajes de la BBC que tratan de viajes en el tiempo y universos paralelos siempre me hacen creer que en alguna otra parte las cosas han ocurrido de una forma distinta. Lo que los ingleses no saben es que mi programación tiene tres historias que podrían arrebatarles el prime time y toda su audiencia. Las guerras es fácil iniciarlas, a veces se hace hasta sin darse cuenta y, así, empecé a recordar lo bien que había comenzado todo. Lo feliz que había sido justo hasta el día en que descubrí toda la verdad. Me puse a pensar en el momento en que decidí dejarlo todo atrás y borrarlo como si no hubiese existido y me pregunté, ¿qué habría pasado si no lo hubiera hecho?
Si fuéramos uno, lo tendríamos todo, ¿sabes? Todo. Como esas cosas que están hechas para ser y simplemente salen bien, sólo sirven para sumar. Con los sentimientos colgados en la azotea para que los viera bien todo el mundo y cambiando las vías por una habitación en Santander. Fichando a un invierno diferente cargado de acueductos y pudiéndome dar el gustazo de reirme de la gente que dice que lo mejor siempre está por llegar. Porque lo mejor sería esto. Yo no querría más, no necesitaría más.
Pero, en este universo, esta historia no ocurrió así.

Lo bueno del zapping es que te permite cambiar rápido de un tema a otro. Te puedes quedar con lo mejor de cada cadena y descubrir algo que siempre ha estado delante tuya pero que, de otra forma, nunca habrías encontrado y, de esta manera, pensé en cómo habíamos intentando salvar ese algo que creamos y en todo el tiempo que nos estuvo llevando recuperarnos de las mismas heridas provocadas por distintas personas. Y en cómo fracasamos una y otra vez. Entonces, imaginé que lo que no conseguimos curar, nunca llegó a un estado tan crítico, y me pregunté, ¿qué habría pasado si hubiéramos sobrevivido?
Si fuéramos dos, yo no tendría ningún secreto que ocultar. Lo de atrás quedaría atrapado en el pretérito imperfecto y me tendría que comer mis palabras porque pasarías al primer puesto justo en el momento en el que volvieran las extrasístoles para derribar mi pantalla de resistencia. Volvería a ver la vida pasar escribiendo en plural. Sonriendo por ver quién aguanta más la mirada y encajando de mala manera las piezas rotas para conseguir algo más que todas esas letras mayúsculas que me situarían como tu mayor defensa contra los días grises. Y, aunque la tristeza tendría la entrada permitida una vez al año, estoy seguro de que me sentiría como uno de esos peces que van en bolsas llenas de agua sin parar de moverse, dejándome llevar por tu mano. ¡Y yo hubiera sido tan feliz!
Pero, en este universo, esta historia no ocurrió así.

La publicidad da paso a nuevos bloques en los programas, y, normalmente, siempre dejan para el final el tema más importante, que suele no tener nada que ver con las historias anteriores. Sentado frente a una foto, empecé a comprender todas las pruebas que habíamos superado como grupo. Las nominaciones, las distancias, las rupturas y todo ese rollo de las discusiones entre amigos. Por eso me costó aceptar que las diferentes trayectorias que cada uno escogimos al final eran la tentativa fallida de eso mismo que había sido tan sólido. Entonces, pensé que las palabras de esa noche, otras anteriores y las fisuras internas que lo dividieron todo, jamás tuvieron lugar, y me pregunté, ¿qué habría pasado si hubiéramos superado la última prueba?
Si fuéramos cinco, no tendríamos que volver tan atrás o inventar tanto. El nivel freático a penas nos preocuparía y la consolidación primaria del terreno sería nuestro mejor aval para enfrentarnos a las autoridades competentes que hubiesen tratado de cerrarnos nuestra obra por el peligro de quedar impracticable. No podrían, las estructuras fuertes no sufren amenaza de derrumbamiento. Todo sería como una de esas series americanas en las que sólo se necesitan 40 minutos para arreglarlo todo y donde las grietas no se convierten en fracturas frágiles de esas que llegan sin previo aviso. Sonreiría al frente con el mayor as que se pueda tener en la manga. Mucho más grande que el ser uno o el ser dos. Realmente sería la historia de mi vida porque los amores vienen y van, y cuando se marchan parece lo más importante, pero hay algo que está por encima. Si fuéramos cinco, yo no habría aprendido esta lección ni hubiera entendido que, de las tres, esta es la historia más importante.
Pero, en este universo, esto tampoco ocurrió así.

Al final no hay más. No hay más programación, siempre se acaba lo interesante. Y no siempre terminas rodeado de la misma gente, de los mismos amigos y de las personas a la que una vez quisiste. Es todo el drama que viene después lo que nos hace preguntarnos si hemos actuado bien o mal. Si hemos hecho todo lo que pudimos. Nos hace pensar en los caminos que resultaron un error y mirar de reojo los que ya no son nuestro presente, consolándonos pensando que, según los documentales reciclados de física cuántica de La 2, en un universo paralelo todo sería diferente. Y, por un momento, me pregunto qué habría pasado si no se hubiera ido. Qué habría ocurrido si no hubiese cometido ese error. Qué habría sucedido si hubiera escogido otro camino. Y entonces es cuando comprendes que las cosas, al menos aquí, sólo ocurren de una manera y que el resto se lo dejamos a los átomos. En mi mundo, sigo viviendo como mejor sé hacer y, con el tiempo, eso es exactamente lo que entenderían los que quedaron atrapados en otro tiempo de mi vida.