lunes, 2 de julio de 2012

Una razón lógica

La competición es cada vez más exigente. No todos soportan su ritmo y se ven obligados a abandonar por la primera salida que encuentran. Hay que saber muy bien reservar las fuerzas para cuando son realmente necesarias. Tomar mucha ventaja al comienzo no sirve de nada. Los que son favoritos desde el principio acaban cediendo poco a poco al desgaste. Luego, las temporadas siempre parecen alargarse más de la cuenta, pero, cuando terminan, los tres últimos clasificados deben perder la categoría. Al final sólo importa el resultado. El casillero de puntos. Lo que ha pasado en el campo se queda como una anécdota, y aunque debería ser lo realmente importante, no lo es. Y no siempre es justo, hay equipos que hacen buenas temporadas que se ven abocados al descenso. Son las reglas.

Los aficionados siempre se apiadan de los equipos modestos que luchan por seguir en Primera. No importa que cometan errores, es lo que se espera de ellos. Muchas veces, la inexperiencia de los recién ascendidos lleva a su inadaptación. La indecisión no ayuda en nada porque no hay margen para el error, y hay que saber sacar la cara sin presión o con ella. Los jugadores deben aprender rápidamente lo que es el trabajo en equipo. Y que si cae uno caen todos. Deben actuar y dejar de ser esa clase de personas que tienen tanto miedo al fracaso que piensan que la menor obligación ya es una gran responsabilidad. Y aunque desde fuera el público sea permisivo, a nadie le gusta cometer errores. 


El calendario de este año nos ha perjudicado constantemente. Ya sabes, la federación siempre respeta a los clubes históricos y los que empezamos de cero tenemos que ganarnos el hueco. Creo que perdimos muchos partidos por no saber imponer nuestro juego. Perdonando, quizá, demasiado. No supimos plantarle cara a los grandes equipos, y, aunque salimos al campo con ganas de comernos el mundo, muchas veces fue el mundo el que nos comió a nosotros. Sin embargo, también hubo partidos que di por perdidos desde el comienzo y volvimos a casa con la mayor de las victorias. Hubo jornadas en las que tuvimos que confiar en el futuro porque las matemáticas nos dejaban muy lejos de nuestro objetivo, y jornadas en las que ni siquiera podíamos agarrarnos a ese futuro pensando que mañana no habríamos conseguido nuestra meta. Las circunstancias nos hicieron crecer y madurar. A base de perder, pero también de ganar. 


Nos hemos mantenido en segundo plano, como intentando pasar desapercibidos. Hemos pasado muchos días ocupando plazas de descenso y, a ojos del resto, éramos carne de Segunda División. Pero creo que finalmente lo hemos conseguido. Nos quedamos un año más. Resulta que había tres equipos todavía más débiles que nosotros, si cabe. La verdad es que no sé si tiene mucho mérito conseguir la permanencia así. Además, mantenerse en la categoría puede ser el peor de los castigos para un equipo modesto como nosotros. Sobre todo si ya no hay unión entre sus jugadores. A veces es mejor entender que no hay más que hacer y no prorrogar el contrato por una temporada más que pueda traer consecuencias peores, como la desaparición definitiva de la entidad que formamos. Es difícil aceptar que no todas las victorias son positivas, así como no todas las derrotas son sinónimo de pérdida.


A menudo luchamos mucho para conseguir algo, pero una vez lo tenemos, no luchamos de la misma manera para conservarlo. Y tan a menudo sólo se necesita una razón lógica. Una razón lógica que lo explique todo.