domingo, 25 de diciembre de 2011

Títulos de crédito

Los dramas del año anterior siempre son candidatos para los Oscars del año siguiente. Y yo, gracias a mi superproducción '2010', había arrasado en las nominaciones, consiguiendo, no sólo la opción de conseguir la estatuilla a mejor película, si no mi propio Oscar a mejor actor en un papel protagonista. Convencido de mis posibilidades, cometí el gran error del año: perder casi tres meses del 2011 defendiendo un largometraje obsoleto y del pasado. Las quinielas acertaron: no tenía la mejor película. Y aunque la crítica se rindió ante la evolución de mi personaje, que pasaba de ser la víctima a ser el fuerte, en un final contra todo pronóstico, tampoco pude dar la campanada como actor revelación. Había perdido en todas las categorías y, sin saberlo, arrastraba del año anterior una espiral de degradación que Lindsay Lohan ya hubiera querido para ella.

Los tiempos de transición fueron los más difíciles del año. Incluso peores que cuando no conseguí buenos finales y tuve que abandonar los rodajes. Era esa desidia, esa rutina aburrida. Los guapos siempre se habían mantenido juntos, y prácticamente era la única defensa que me quedaba. Y fue en Marzo cuando la otra mitad me hizo entender que llevaba viviendo de las rentas todo lo que llevábamos de año. Que me había convertido en una de esas estrellas estrelladas que acaban pasando sus días en la zona VIP de cualquier cárcel para luego tener mi propio reallity en busca de un nuevo mejor amigo. Dispuesto a recobrar mi posición, me dediqué a recuperar mi imagen pública. O lo que quedaba de ella. Retomé mi carrera, perdoné a quien pude, pedí disculpas a quien dañé, entendí mi valor gracias a alguien lejano y, mi máximo acierto, creé el Grupo Guapal, descubriendo y redescubriendo a quien hoy sigue de mi lado.

Para Mayo había vuelto a la cumbre. Embebido en mi renovada fama, Junio se presentó como amigo pese a sus exámenes y sus 'te faltan 35 décimas para aprobar'. Pero mi cabeza ya no estaba allí. La vuelta permanente a Málaga se acercaba, y movido por la revolución que había traído el jeque a la ciudad, decidí hacer mi propio plan de fichajes. Que si un poco de aquí, un poco de allí, que como no me hagas caso te echo de la convocatoria, que si el fichaje principal en Julio ahora se está tirando de los pelos, y esas cosas que pasan. Como eso de que lo bueno llega cuando menos te lo esperas, y, así, una carita sonriente, fulminó al resto de aspirantes, devolviéndome, momentáneamente, lo que hacía tiempo había perdido.

Lo que viene después de la carita merece un párrafo aparte, porque yo todavía no lo sabía, pero mi estatuilla estaba más cerca que nunca. Como siempre que el corazón late rápido, en Septiembre supe defender no sólo mi especialidad, sino también mi gran control. Selena había pasado su testigo, sus años sin ver llover, a las advertencias que desde Londrés me hacían las Saturdays. Yo no quise creerlas, quise pensar que detrás de todo se escondía algo. Pero no el algo que finalmente descubrí el último día. Fue ahí, en el tren, cuando me enteré de que había elecciones anticipadas, y anticipadamente, me habían elegido como candidato al Oscar a mejor actor secundario. ¡Actor secundario! ¡Yo! ¿En qué momento me había perdido? Al revisar el guión, acción en la que ya tenía una dilatada experiencia, lo ví claro. Agosto y Septiembre eran míos, pero eso apenas eran unos minutos del montaje final. La historia era la típica americanada romántica de dos que se enamoran y no pueden estar juntos, pero tampoco separados. El protagonista decide poner fin a la relación y encuentra a la persona perfecta...a la que resulta que no puede querer porque simplemente no es su verdadero amor. Y todo el mundo en el cine se emociona cuando los que nunca debieron separarse, vuelven a pegarse a pespunte. ¡Qué tonto había sido! Pensaba que yo tenía el papel principal, pero sólo era el actor de turno que aparece casi al final y al que toda la gente odia porque está a punto de separar a los protagonistas. En mi situación, sólo había una forma de poder optar al premio: la vis dramática que mostraba en la escena de la estación no sería suficiente, me tocaba convertirme en el malo malísimo. Y aunque en Octubre ya me imaginaba soltando mi discurso de ganador, había algo con lo que no contaba. El querer no se rompe sólo en el amor. Lo imcomprensible ataca cuando menos te lo esperas, que, casualidad o no, es cuando más daño hace. Así, tuve que abandonar el set de rodaje precipitadamente para embarcarme en un nuevo proyecto que ni siquiera había pedido. Y, aunque acudí a la ceremonia, los miembros de la academia nunca me perdonaron que dejara incompleta la que había sido la gran apuesta de La Guapa.

Lo que yo no habría adivinado es que, pese a lo poco de año que queda, mi carrera cinematográfica de 2011 todavía puede deparar una sorpresa más. La factoría Disney está interesada en mí. Por lo visto, quieren hacer un remake de una de esas películas de dibujos que van sobre elefantes que vuelan, y que podría llevarme de nuevo al estrellato tras tanta nominación fallida. No tengo nada asegurado, de momento sólo me observan para ver si doy el perfil. Me miran muy de cerca, y aunque me pone nervioso, yo me mantengo firme. Quiero ese papel. Sé que puedo conseguirlo. Y voy a ir a por él.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Borradores a la luz

Lo acabo de leer. Que la distancia sólo sirve para alejarse. Y para crear sentimientos diluidos que no sirven para pintar en condiciones. Sólo lo estropean todo. Así sin más. Y en un ejemplo de orgullo, romper corazones está al alcance de cualquiera. Incluso mío. Y lo que es peor, un día te das cuenta de que la diferencia entre restituir y sustituir es tan grande, tan grande, que sólo puedes seguir adelante.