domingo, 6 de noviembre de 2011

Orden de alejamiento

¿Quién te hace daño es un amigo? ¿Los años son sinónimo de confianza? ¿De qué sirve haber construido algo si luego te lo tiran por tierra? No lo sé. No me encuentro bien. Hay cosas sobre las que no sé hablar de manera metafórica y esta es una de ellas. Hoy no sé ponerlo todo bonito y darle a publicar entrada.

No entiendo la gente que se cree con la verdad absoluta. No entiendo a los que se erigen como líderes de grupos de gente sin personalidad cuya arma más letal en una sonrisa por la cara y un ataque por la espalda. ¿En qué momento me equivoqué tanto? ¿En qué momento consideré como amigos a la misma gente que hoy no puedo ni ver? No quiero estar rodeado de alguien en quien yo confié y quien ha transformado todo lo bueno en basura. En cosas que no me interesan. En manipular mi imagen para cuadrar su inseguridad. En creerse que mi deporte favorito es ir contando una vida, la suya, la cual para mí no tiene ningún tipo de interés. Yo realmente lo he hecho lo mejor que he podido, es todo lo que tienen que saber los que hoy tanto hablan de mí. ¿Cómo se puede faltar un año y criticar cosas en las que ni ha estado presente? ¿Quién es para poner en duda mi amistad con otras personas? ¿Cómo se puede ser tan falso? ¿Cuál es su valor? ¿Acaso estuvo alguno de ellos el año que no paré de llorar? ¿Acaso alguien sabe que pasó? ¿Alguien se preocupó? Ah no. Que él y ellas sólo suman para criticar y para generar desconfianza.

Yo realmente creo en el capítulo 21. Creo que uno es responsable de las cosas domesticadas siempre, como le enseñó el zorro al Principito. Creo en ese tipo de amistad que no falla. Creo en las personas que no esconden una indiferencia. No puedo creer en una persona que se desentiende temporalmente de una relación de amistad por motivos ajenos. Que es tan fría de poder separarse como si nada. Que antepone a gente que nunca estuvo en los momentos malos. ¿Cómo se puede rechazar una amistad? ¿Cómo te puede pasar algo tan grave y que lo primero que pienses sea en cortar el contacto con quien se supone que era tu amigo? ¿En qué momento me perdí? ¿Fue el mismo momento en que en nuestro grupo ya no se puede hacer ningún tipo de broma por si alguien la malinterpreta y se ofende? ¿El mismo momento en el que el decirle algo a una amiga al oído es sinónimo de estar criticando a otra? ¿Quizá fue el mismo en el que no declarar la  guerra a una amiga me situó de golpe en el bando rival? Yo no puedo creer en todo eso. Creo en la gente que no te decepciona, porque después de una decepción no queda nada.

Y claro que he cometido errores. Como el que más. Pero no he cometido daños. Al menos no de forma deliberada. Ese es mi valor y esa es mi diferencia. Ahora no quiero nada que venga de toda esa gente. Ni de los de allí, ni de los de aquí. Un amigo no te hace daño. No te hace sentir mal. No te tiene días haciéndote sentir una mierda. Un amigo te valora y te quiere. Comprende tus dramas en la estación, te lava una camiseta, se acuerda de apuntarte a una práctica si no estás o se pasa contigo 4 horas al teléfono con tal de que no llores por el tercer imbécil de turno.

El resto no me interesa.