jueves, 29 de septiembre de 2011

Reflexión y refracción

Se va o se queda, ¿eso que más da? Importa poco, como poco es lo que importa. Las cosas no tienen un equilibrio, pues si lo tuvieran, la vida sería justa, en el sentido más literal de la expresión. Contra todo pronóstico he conseguido manejar el tiempo a mi antojo, y soy capaz de volver al mes de cualquier año que me proponga. La única condición es que sea más triste que el mes actual. Por eso, en Septiembre se complica eso de los viajes por el continuo espacio-tiempo.
Las letras no saben sentir, y las palabras no consiguen mucho más. Sólo se libran si las pones en canción. Entonces, aparecen siempre en el momento más indicado, que suele ser el menos oportuno. Las puedes distribuir en cara A y cara B, porque te servirán según tu expresión, según la dirección del paréntesis que acompaña a los dos puntos. Es lo de siempre, esto está todo dicho y todo escrito y de ser frío paso a crear la escala negativa de los grados Kelvin. Y ya ni siquiera lucho. Ni me enfado. Me da igual. Porque es una de esas cosas que se saben, pero con las que tienes que seguir adelante.

Si en la vida te define lo que no eliges, ¿cuántas vidas defino yo? Pero, ¿dónde quedo? El tiempo rige, pero es como la monarquía, y ya se ha quedado un poco inservible. Lo que realmente tiene poder es el momento. Y ese video una y otra vez. Yo también quiero colgar fotos en la azotea. Y pintar las paredes. Y dormir allí. Y saber que otra vez ha sucedido. Pero no puedo, porque nunca es el momento. Porque ni siquiera ellos lo consiguieron. Porque siempre me falta lo más importante.

martes, 20 de septiembre de 2011

Culpas en cadena

Mi último septiembre olía a cerrado. A cosas que no van bien. Yo lo sabía todo y sin que nadie más lo supiera, contaba días abajo y euros arriba. Pero ni el billete más caro me hubiera conseguido una plaza en un tren que no acabara en vías de extinción. Lo único que echo de menos de todo aquello es la confianza que por su culpa perdí.

Esta vez las cosas van rápido los días pares, y tremendamente lentas los impares. Esa es la peor parte. Incluso peor que la de pedir mucho y sacar poco, porque, aunque decir y demostrar empiezan igual, acaban radicalmente distintas. Y no es casualidad. A mí lo que me gustaría es poder creerme los dichos, como si no supiera que siempre pasa lo mismo. Pero, sobre todo, lo que más me gustaría es que realmente yo no tuviera un pasado y pudiera querer como la primera vez. Entonces, alguien me tiró por tierra la máxima de que la gente que te quiere no te daña. Y así, tuve que dejarme la confianza para otra convocatoria después de que alguien me mintiera con el temario que entraba para el examen de diciembre. ¡Y ahora soy un paranoico! No puedo creer en nadie. He perdido esa capacidad. Y es injusto. Para mí y para quien consiguió derretir todo el hielo que me recubría. Y si sólo por un momento no pudiera conseguir volver a creer y me quedara sin quien ha traido ilusión donde pensé que quedaría vacío para siempre, todo sería por tu culpa. Por tu estúpida culpa. Y jamás podría perdonártelo.