sábado, 21 de abril de 2012

Te lo dije

Lo sabía perfectamente antes de empezar la gala. Había mucha gente que me apoyaba y que confiaba en que, como tantas otras veces que la audiencia me había salvado, cuando se abriera la puerta yo estuviera detrás. Otros de mis compañeros esperaban que abandonara la casa desde hacia semanas. Lo esperaban tanto que parecía que algunos hasta lo deseaban.

Habría que volver una semana atrás para entender porque todos los nominados iniciales ya se habían salvado y la expulsión sólo era cosa de dos, dejándome al borde de ser eliminado. El lunes pasado había ocurrido lo peor, quienes yo creía de mi bando, me habían nominado. Todos iban de amigos pero realmente ninguno de ellos se preocupaba de mi felicidad. Ni siquiera parecían alegrarse de mis sonrisas. Ahí estaba yo, expuesto a la decisión del público, y ellos, que eran unos falsetes, unos mentirosicos y unos apuñaladorcicos, no.

Para mí no había sido difícil superar tantas nominaciones, en la casa se magnifica todo, y así me parecía haber querido como nunca, haber peleado con los mejores argumentos y haber perdido a golpe de las mayores decepciones. Tantos días dentro me habían hecho aprender lecciones de vida de forma intensiva. Sin saberlo, había llegado a ser uno de esos concursantes que se convierten en favoritos a base de ser minoría absoluta. Pero había algo que se escapaba a mi alcance. La repesca lo iba a cambiar todo. Cuando dejas cosas atrás, no esperas volver a verlas, y menos sabiendo que los que vienen de fuera siempre traen demasiada información del exterior y juegan con ventaja. Desde el momento en que vi entrar a los repescados, sabía que el siguiente expulsado sería yo, y aún así, decidí seguir. No me importó que los demás no lo entendieran, es más, no esperaba que lo hicieran.

La mayoría no son capaces de darse cuenta de que lo importante no es seguir en la competición. No a cualquier precio, al menos. Tan importante es tener principios como tener finales, y yo necesitaba el mío. Cada persona es un mundo, y cada semana es distinta a la anterior. Un 50% de los votos había decidido que debía abandonar la casa. No podía ser de otra forma y no podía ser otro porcentaje. Todos los que me apoyaban habían caído en la misma trampa que mis detractores. Ellos tampoco sabían nada y sólo confiaban en mi victoria porque me veían fuerte. Tan fuerte como para no decir nada. Sonrisa y al frente.

No pasa nada, el juego es así. Entré para ganar y arriesgué pensando que lo podía conseguir, y sin embargo, sabiendo que nunca lo haría. Otro ganara en el lugar que yo dejo, y llenará los vacíos que yo no supe llenar. Ya lo sabía. ¡Claro que lo sabía! Pero me debía intentarlo. Aún sabiendo el final. Aún sabiendo un final. Las lecciones de moral y los 'te lo dije' me sobran a pares. De alguna forma, los que me nominaron llevaban razón. ¿Y qué? Ellos no saben nada.