domingo, 27 de marzo de 2011

Mucho más que eso

Llevo un montón de tiempo nominando sin piedad a Noviembre y a Diciembre. Me hacen la convivencia imposible. Siempre que están cerca de mí, me siento tan vacío, que todo duele por dentro. Sin embargo, no sirve de nada. La audiencia siempre los salva y nos tenemos que volver a ver las caras en la casa. Yo con ellos me cruzo deprisa, como si yo también bailara solo. Y en una de esas canciones fue cuando empecé a sospechar que quizá quien estaba detrás de mi odio a Noviembre y a Diciembre era Octubre. Con tanta celebración, siempre hemos estado muy unidos, pero tras el cambio de hora, lo he visto todo claro.  No me salen las cuentas de otra forma. Octubre fue quien me puso la hoja en blanco y borró todo lo que tenía. El que se cargó tantas despedidas de las de colgar y llorar. El que me puso en contra a la mayoría del calendario. Octubre dijo nunca más, pero yo lo he pagado con los otros. A veces, te das cuenta de estas cosas demasiado tarde, o incluso, demasiado pronto. Pero siempre es el momento equivocado. Como si los puzzles fueran función del tiempo, y las piezas que ayer encajaban, hoy no lo hacen.
Mientras, en la casa, lo único que pasa es la vida. Y es eso precisamente lo que me hace no abandonar. Eso y que con el aislamiento no me dejo llevar por lo que dice el horóscopo. Justo antes de entrar, Marte ingresó en mi signo y todo empezó a ir mejor, pero no sé porqué, los astros pretendían que rompiera el corazón de alguien a quien un día quise, y luego quise odiar. Y luego quise no haber conseguido lo último. Sin embargo, para entender porqué estoy aquí, tendría que remontarme semanas atrás, cuando un día me vi rodeado de las mismas letras de siempre. No me lo pensé ni un segundo. Hice la maleta y me vine, sin que nadie a mi alrededor tuviera mucho que ofrecerme. Fue como un gol en el descuento. Algo que ocurrió en el último momento y contra todo pronóstico, como a mí me gustan las cosas. Igual que cuando la audiencia decidió que debía abandonar la casa Enero y no yo. ¡Parecía tan fuerte con todos esos días cargados de exámenes! Pero, ¿sabes? no me hubiera importado haber sido el expulsado y haber tenido mi entrevista. Con mis videos de los buenos momentos y, sobre todo, de los malos. Sabiendo que, si supe defender 1997, podría haber defendido las acusaciones de haberme dejado llevar por la tristeza. Porque sí. Eso realmente fue así, pero yo, al menos, no me llevo a mis espaldas haber roto un corazón. Ni siquiera haber herido a nadie. Sin embargo, quedarme esa semana es lo que me hizo derribar definitivamente mi pantalla de resistencia. Lo que me hizo decidir poner las extrasístoles en tratamiento y entender que sigo en todo esto por algo, y que, sea por lo que sea, yo debo responder a los meses que si creyeron en mí. Todos esos que se alegraban cuando volvía de la sala de expulsiones.
Ahora todo está bien. Por fin lo puedo decir. Durante todo este tiempo, he tenido la necesidad de que alguien me salvara. Mis compañeros, el público, cualquiera. Y se lo agradezco a todos los que me han permitido llegar hasta aquí, tan lejos, pero ya he aprendido, otra vez, a salvarme a mi mismo. Por eso, cuando digan mi nombre, no se romperá el sueño. Esta vez, no. Las historias, no son interminables. Ni siquiera el propio libro lo era.

lunes, 14 de marzo de 2011

Alguien me enseñó

La verdad es que no sé qué decirte. Hace nada estaba ahí tan tranquilo, como siempre. Viviendo con hechos y arrancando colores. En Diciembre, llovía. En Octubre, llovía. Y el fin de semana fue como un Noviembre condensado en dos días. Para las prisas, un autobús directo al aeropuerto. Allí, los vuelos de días azules llegaban con retraso. Con un insoportable retraso. Hubiera perdido los papeles, pero es que nunca llegué a encontrarlos. Tenía que haberlos buscado considerándolo una cuestión de obligación moral y no de necesidad natural. Siempre me equivoco y lo hago al revés. Me pasó lo mismo con eso de la felicidad y su escurridiza tarjeta de embarque. No sé cómo lo hace. Siempre la ponen en clase preferente y nunca coincidimos. Ya sabes, los trucos fáciles para los días duros y la doble moral de las compañías. Se permite exceso de labios, pero no de besos. Y yo, y esa manía de buscar el futuro en el pretérito imperfecto, directos a clase turista. Contigo. Y no sé muy bien qué decirte en medio de todo esto. Siempre igual, ya no me acuerdo de quien eras. La cosa es que te miro y mi mente quiere recordarte. Miro tus manos, que no paran de moverse, como intentando explicarme quien fuiste en mi vida, y sigo en blanco. Tus ojos quieren decirme algo, pero se quedan callados. Tu boca parece triste, pero no hay manera. Ando por mi cabeza buscándote en algún rincón, y sigue sin haber forma. Te perdí entre tanta terminal. Entre tanto terminar. Pero no te preocupes. Quizá mi memoria sea de efecto retardado. Es eso, ya verás. Llegará el día. Después de echarnos a perder sería una pena perdernos. Cuídate, hay algo en ti que me dice lo que significaste para mí. Es esa mirada tan triste y esa sensación de tener que protegerte. Tienes que entender que no puedes embarcar con todo lo que guardas dentro. Los recuerdos no son equipaje de mano. Eso se queda en tierra. Yo lo aprendí muy bien. Si quieres volar, los recuerdos se entierran.

sábado, 12 de marzo de 2011

Dos promesas y media

Me he hecho una promesa de esas que casi nunca se cumplen. Como la de dejar de fumar. La nostalgia, como el tabaco, es un vicio. Tiene más ganado quien al menos lo intenta, pero en caso de perder, todos somos iguales y volvemos a casa sin nada.
Empezaré por el final. De los millones y millones de habitantes de este planeta, sólo una persona dejó de buscarme para encontrarse y, de repente, me ví obligado a hacer un nuevo camino sin una vieja compañía. Es de esas situaciones en las que tienes que reaccionar rápido. Como cuando te caes en medio de la calle y te levantas haciendo ver que no ha pasado nada. Pues lo mismo. Descubrí que es verdad que cuando las cosas buscan su curso, encuentran su vacío. Que las estrellas fugaces son muy bonitas, si. Pero de cerca, queman. Y su nombre no es en vano. 
Los caminos que he ido escogiendo me han traído hasta aquí. Y aquí, nunca lo he negado, quiero el sobre rojo. O lo quería, ya no lo sé muy bien, todo eso formaba parte de mi plan A. Ahora, sólo puedo elegir entre el sobre amarillo o el naranja. O abrir la puerta 2. O quedarme con los 4000 euros e irme a casa. Sé que es difícil, pero resignarse sólo debería estar permitido un número limitado de veces al año, y yo ya he cumplido el cupo. Esa sensación de que quema todo por dentro no es muy recomendable. Aún así, el público no para de gritarme que debo plantarme y conformarme con lo que ya tengo en mi haber. Que llevaba las de perder desde siempre, y he aguantado mucho. Que debería sentirme orgulloso de llegar hasta donde he llegado. ¡Pero no se enteran de nada! No me interesa el dinero, el olvido no se compra. Es pronto para que ellos lo comprendan. Parece que en la vida sólo se crece a golpe de dolor, y no a golpe de ventrículo, como yo creía. Las cosas han cambiado mucho desde que me vi obligado a buscar un plan B.
De momento, me quedaré con el comodín de la frase que una vez leí: el que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra. Así que será mejor no tomar ninguna decisión que me haga perder todo lo que ya llevo ganado. Poco a poco, empezando de cero, lo conseguiré.