sábado, 20 de abril de 2013

Lo que yo tengo

Situé bien los explosivos. La estructura había perdido todos sus apoyos y se dirimía entre ser un mecanismo con movimiento propio o caer definitivamente. Aunque lo cierto es que el terreno parecía haber disipado toda su resistencia de corte y la condición de sifonamiento hubiera impedido cualquier avance. Además, la ecuación de compatibilidad estaba mal. Otra vez. Y con ella sólo llegué a errar la de comportamiento.

La verdad es que lo tenía todo planeado. El fallo de mi construcción y la detonación final, digo. Las historias para no dormir cumplieron demasiado bien con su misión y no me dejaron descansar hasta que supe en qué lugares debía poner la dinamita para que cayera el muro que me rodeaba. Y voló por los aires. Fue exactamente igual que en Violento Amor. Pero sin que hubiera amor.

La explosión arrasó mis sentimientos y los amigos que perdí, no me volvieron a doler. La explosión derribó las paredes y las marcas quedaron, obsoletas, por el suelo. La explosión desenmascaró que querer seguía pendiente y me devolvió lo que hacía tiempo andaba esperando.

Lo que yo tengo, lo que queda de mi lado, vuela más alto que lo que se llevó la detonación. ¡Y merecería una nominación disciplinaria por no haberme dado cuenta antes! Por haber dejado que me definiera como persona lo que ya no estaba, olvidándome de lo que permanecía. Olvidando que la esencia es lo que constituye las cosas, lo que permanece constante y es invariable en ellas. ¡Y mi esencia es tan grande! Está en Málaga, está en Sevilla, está en Santander, está en Almedina, en Reus, en Barcelona, se va de Séneca a Tarrasa o de prácticas a Francia. Mi esencia viaja por todo el mapa y yo no puedo hacer otra cosa que sonreír. Porque hay cosas que uno no espera tener.