sábado, 7 de diciembre de 2013

Los días grises

Mis palabras, aunque sinceras, carecían completamente de emoción. No sé si era una forma de demostrar que los sentimientos no se pueden reciclar o que las cosas que habían pasado también habían pesado. Lo cierto es que si hubiera hecho caso a todo lo que había leído, habría llegado a los 24 mintiéndome un poco más y sin haber averiguado finalmente si los recuerdos son algo que tenemos o son algo que hemos perdido para siempre.

De pie, seguía esperando. Pensando en todo el amor que había malgastado porque alguien había decidido que no lo merecía. Acumulando todo el efecto invernadero en mi cuerpo, como si ya nada pudiera revertir mi proceso de enfriamiento global. 

Hasta que sonó el teléfono. A las 00.15. Fue ese el momento en el que pare. Pare de proteger mi corazón. Pare de convertirme en piedra. 

El gris llegó a raudales. El gris me a  t  r  a  v  e  s  ó. 

Me devolvió desde el universo del cero absoluto al otro lado del espejo. Para ver las veces que había faltado, las veces que había estado lejos. Para sentir de golpe todas las veces que debí haber fallado. Porque yo siempre estoy muy ocupado, yo nunca tengo tiempo, yo ya nunca estoy en Málaga. Porque yo no sé decir familia. El que había malgastado el amor era yo. 

¿Y este es el precio por salvarme? ¿Esta era la única forma de derribar el muro y volver a sentir? ¿Recibir esa llamada la madrugada de un domingo cualquiera? Dejaría que todos los pseudoamores me rompieran una y otra vez el corazón hasta convertirme en el hombre de piedra si eso significara tenerla de vuelta. Odio aprender estas lecciones. Y odio aprenderlas tarde. Ahora no sé qué hacer. Ya no soy tan frío, ni tan firme.

No sé qué esperar cuando ya no hay nada que pueda esperarse.

martes, 8 de octubre de 2013

Aguantar

La séptima temporada cuenta con nuevas caras, aunque arrastra los argumentos de siempre. Los espectadores conocen bien las estrategias de las grandes cadenas y nuestra audiencia marca mínimos históricos semana tras semana. Yo lo que quiero es huir de este sitio, romper el contrato y comenzar otra cosa radicalmente distinta. Yo lo que quiero es nunca haber venido aquí y no estar pagando el resto de mi vida que no sabía quién quería ser cuando me pusieron por delante papel y boli para firmar.

Que sí, que es verdad. Que he sido la persona más feliz del mundo en tantos y tantos rodajes de la serie por la que aposté, porque a mi lado tuve a los mejores compañeros de reparto que jamás pude escoger. Pero ya no quiero más. Desde hace mucho tiempo yo ya no soy feliz aquí y cada día que vuelvo de plató a casa siento que he perdido un poco más de mí y que ha ganado sitio la tristeza.

No quiero más guiones forzados, ni tener que recurrir a actores secundarios para darle un poco de trama amorosa a la serie. Ni me apetece el giro oscuro que trae la nueva temporada en la que todos se guardan un as bajo la manga para ganar una partida que yo no estoy jugando. Y creo que tampoco podría soportar otra vez que alguno de los actores principales de la serie abandonara para siempre el set por "el bien" de su carrera hacia el estrellato.

Ya está. No hay más. Hay que cancelar la serie. ¿Pero cómo? ¿Cómo puedo dejar una serie que fue tan importante sin un final digno para los espectadores que todavía nos siguen? Pero, ¿qué pasa si no me importa? Si realmente no quiero nada de esto, ni me preocupa lo que digan los demás porque los demás no han protagonizado estos 7 años. ¿Qué se supone que debo hacer si, después de todo, no ha merecido la pena? ¿Aguantar?

domingo, 14 de julio de 2013

Estaciones

Solté las últimas hojas que tenía entre las manos. Las dejé caer. Tengo la sensación de que yo traje el otoño. De que yo arranqué las hojas del calendario. Y también las arranqué de él. Y también las arranqué de mí. Pero el verano no estaba. Puedo prometerlo, el verano no estaba.

sábado, 20 de abril de 2013

Lo que yo tengo

Situé bien los explosivos. La estructura había perdido todos sus apoyos y se dirimía entre ser un mecanismo con movimiento propio o caer definitivamente. Aunque lo cierto es que el terreno parecía haber disipado toda su resistencia de corte y la condición de sifonamiento hubiera impedido cualquier avance. Además, la ecuación de compatibilidad estaba mal. Otra vez. Y con ella sólo llegué a errar la de comportamiento.

La verdad es que lo tenía todo planeado. El fallo de mi construcción y la detonación final, digo. Las historias para no dormir cumplieron demasiado bien con su misión y no me dejaron descansar hasta que supe en qué lugares debía poner la dinamita para que cayera el muro que me rodeaba. Y voló por los aires. Fue exactamente igual que en Violento Amor. Pero sin que hubiera amor.

La explosión arrasó mis sentimientos y los amigos que perdí, no me volvieron a doler. La explosión derribó las paredes y las marcas quedaron, obsoletas, por el suelo. La explosión desenmascaró que querer seguía pendiente y me devolvió lo que hacía tiempo andaba esperando.

Lo que yo tengo, lo que queda de mi lado, vuela más alto que lo que se llevó la detonación. ¡Y merecería una nominación disciplinaria por no haberme dado cuenta antes! Por haber dejado que me definiera como persona lo que ya no estaba, olvidándome de lo que permanecía. Olvidando que la esencia es lo que constituye las cosas, lo que permanece constante y es invariable en ellas. ¡Y mi esencia es tan grande! Está en Málaga, está en Sevilla, está en Santander, está en Almedina, en Reus, en Barcelona, se va de Séneca a Tarrasa o de prácticas a Francia. Mi esencia viaja por todo el mapa y yo no puedo hacer otra cosa que sonreír. Porque hay cosas que uno no espera tener.

sábado, 2 de marzo de 2013

Los echos de menos

Me quedé solo en el coche, con las manos bien agarradas al volante. Como esperando a que se subieran más casualidades que me permitieran prorrogar lo improrrogable. Con esa sensación de tener ganas de reír y llorar, todo a la vez. Aunque, acompañado o no, sólo me importaba traerte hasta aquí, para que vieras que mis sábanas estaban tan liadas como yo. Con tanto desorden no sabía si marcharme a vivir al condicional o iniciar una guerra que lo derrocara definitivamente.
Lo cierto es que mi cabeza no para de recordar, y ya no son sólo las canciones tristes. Ahora también son las alegres y las sonrisas y las victorias. Es el cristal y es la película. Es Alex y es Vibraciones. Estás en todas partes. Y no paro de achicar agua, pero me rebosa sin remedio. La culpa es del cinturón de seguridad, que me ha dejado inmovilizado. Que me aprieta y me hace una marca cada vez más grande. Estoy completamente solo entre tanto asiento vacío. Entre tanta nada. Y aunque nada es lo que me quedaba por aprender, todavía no había llegado a la solución. Al final, los hechos de más se desprecian, y en el resultado sólo me queda echarte de menos.

jueves, 14 de febrero de 2013

Gran Vía

El último día que le quise íbamos por la Gran Vía de Bilbao. Fue un momento. Luego desapareció. A veces me parecía que Jon se rompería con cada una de las palabras que me quedaban para él. Sin embargo, ahí seguía. Mirándome fijamente. Como intentando entender realmente qué estaba pasando. O qué no iba a pasar más.

-Tú no sientes nada porque eres como el invierno-me dijo.

Como siempre, el malo era yo.