lunes, 11 de agosto de 2014

Diferido

No me había dado cuenta de la maldad que parece correr dentro de mí. No me había dado cuenta, la había asumido directamente. Exactamente igual que el egoísmo y todos esos pensamientos innatos. Es mi guerra contra Platón la que, precisamente, me aleja tanto de él. Pero son mis pésimas propiedades mecánicas las que me han hecho débil frente a la corrosión bajo tensiones e incapaz de vencer en batalla. Luego viene cuando se tambalean los cimientos y los juicios al estilo americano y la repugnante retroalimentación y cuando puedo probar que los corazones rotos no fueron los que hicieron todo el hielo, aunque ya no recuerdo si las cosas ocurrieron en ese orden.

Lo cierto es que aunque filosofía e historia parecen enfrentadas, esta no es una de esas ocasiones. Las aguas mansas me están ahogando, y a la vez pretenden rescatarme. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo es posible? Lo es, porque es una trampa, y cuando escape, todo lo que dijeron, todo lo que crearon, se convertirá en verdad. Es horrible, porque siempre hay un acto más, un favor más. No sé si algún día lo entenderán, pero ya da igual. Hay que parar esto, hay que estallar por los aires.