miércoles, 20 de mayo de 2015

El espacio-tiempo

Hace tiempo me preguntaba qué se podía esperar cuando ya no había nada que pudiera esperarse. La respuesta la había escrito yo mismo. Nada.

En algún momento en todo ese vacío perdí la capacidad para escribir. De ahí que cada día me invente un par de frases, las borre y vuelva a empezar. Tal vez sea que la búsqueda del plan B ya acabara. O que haya fracasado estrepitosamente, no lo sé. Lo cierto es que he pensado tanto en esa cuestión que he agotado la cordura que ataba al espacio-tiempo. Es lo único que podría explicar que la contracción de Lorentz esté haciendo estragos en cada abrir y cerrar de ojos. Por eso cuando explotó la rueda era 4 de septiembre, y el asfalto, tan roto y tan negro, poco tenía que ver con la cara pálida que miraba hacia la 103. Los universos, en aquel momento, dejaron de ser paralelos de forma, pero no de fondo. 

Entregado al segundo principio de la termodinámica, no puedo rebatir, sin crear una paradoja, que la irreversibilidad, más que principio, es fin. No sé si alguna singularidad podrá evitar lo inevitable o tendré que enfrentarme a todo el clasicismo de la física para romper la ecuación de continuidad sin que me juzguen los que sólo entienden de estar con el mazo dando.

A lo mejor es el momento de realizar una maniobra asistida por la gravedad y abandonar la órbita que sólo me hace dar vueltas en círculos. El momento de poner la entropía a cero, dolerse mucho para curarse rápido y aceptar que la búsqueda del plan B, tan brillante otrora, fracasó en el intento.