viernes, 27 de noviembre de 2015

La hipótesis de la nebulosa primitiva

Hace muchos años, el nudo en el estómago era, más que una obligación moral, una necesidad natural que sentía cada noche que recorría el camino a su casa. Esa fue la primera explosión, que hizo separarse infinitamente a las partículas que formaban parte de la misma gran nube de polvo y gases. Desde entonces, la sensación de querer escapar luchaba contra la ley de gravitación universal.

Luego vino la formación de los planetas. La temperatura, los elementos, los días, las noches, la relatividad del tiempo. Pero también la distancia, las órbitas, dar vueltas en círculos. La dicotomía entre ser un planeta grande y frío o ser un planeta pequeño y cálido. Con los ojos cerrados, las elecciones impedidas y la zona de confort lejos, llegó la última noche, que luego resultó ser precuela de llamadas, de mensajes con alcohol en sangre, de intentar grapar la grieta. De olvidar que lo que separa en el espacio es el vacío.

Después llegó la confusión, con el sistema solar formado, pero la estructura interna de la Tierra todavía por hacer. La marca en el pecho, insondable incluso hoy, parecía resultado de una alineación de los planetas, aunque eso fuera científicamente imposible. Era primavera y era invierno, volvió a ser primavera y luego volvió a ser invierno, sin más. Y la explosión, ya no parecía de otro tiempo, estaba presente. Estaba haciéndome estallar en pedazos. Y en ese momento, justo en ese momento, el proceso se completó.

Y era enorme, era gigante. Macroscópicamente impresionante.

Microscópicamente inconsistente.


sábado, 8 de agosto de 2015

El universo del cero absoluto

Mi investigación comienza a hacer aguas. Apenas quedan subvenciones a las que me pueda acoger y he fracasado en mis intentos de revertir el proceso de enfriamiento global. En el universo del cero absoluto no ha ocurrido nada. Allí nunca pasa nada. No sé si el universo cedió ante el sofocante efecto invernadero o simplemente su configuración atómica le hizo así. Lo cierto es que no sirve de nada inmolarse el pecho. Podría salir corriendo con un agujero en medio del torso y nada pasaría, no me curaría, nadie lo haría. Lo taxativo de este universo está matando todo lo que había conseguido sobrevivir al intenso frío.

Aquí ya no hay nada que hacer. Y cuando acabe el día tendré que aceptar que habrán pasado 24 horas más sin ningún tipo de resultado. Tendré que recoger mis cosas e irme antes de que esta atmósfera se haga completamente irrespirable. Antes de que el universo del cero absoluto acabe conmigo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

El espacio-tiempo

Hace tiempo me preguntaba qué se podía esperar cuando ya no había nada que pudiera esperarse. La respuesta la había escrito yo mismo. Nada.

En algún momento en todo ese vacío perdí la capacidad para escribir. De ahí que cada día me invente un par de frases, las borre y vuelva a empezar. Tal vez sea que la búsqueda del plan B ya acabara. O que haya fracasado estrepitosamente, no lo sé. Lo cierto es que he pensado tanto en esa cuestión que he agotado la cordura que ataba al espacio-tiempo. Es lo único que podría explicar que la contracción de Lorentz esté haciendo estragos en cada abrir y cerrar de ojos. Por eso cuando explotó la rueda era 4 de septiembre, y el asfalto, tan roto y tan negro, poco tenía que ver con la cara pálida que miraba hacia la 103. Los universos, en aquel momento, dejaron de ser paralelos de forma, pero no de fondo. 

Entregado al segundo principio de la termodinámica, no puedo rebatir, sin crear una paradoja, que la irreversibilidad, más que principio, es fin. No sé si alguna singularidad podrá evitar lo inevitable o tendré que enfrentarme a todo el clasicismo de la física para romper la ecuación de continuidad sin que me juzguen los que sólo entienden de estar con el mazo dando.

A lo mejor es el momento de realizar una maniobra asistida por la gravedad y abandonar la órbita que sólo me hace dar vueltas en círculos. El momento de poner la entropía a cero, dolerse mucho para curarse rápido y aceptar que la búsqueda del plan B, tan brillante otrora, fracasó en el intento.