jueves, 30 de agosto de 2012

New Hampshire

Como no tenemos nada que nos retenga, Alex y yo cogemos el primer vuelo que sale a New Hampshire. Quedarse aquí con Jon es como escoger la soledad en cualquiera de sus manifestaciones. Hablo con él y no sé si sabe lo mío con Alex, y no dejo de preguntarme si mientras está en mi pensamiento estará mirando fijamente en su móvil una de esas panorámicas de Santander. En el aeropuerto, Jon me dice que lo siente, que yo llevaba razón, que debía haberse quedado conmigo y yo le pregunto qué hará por Bilbao y no le digo que 1997 se ha vuelto a repetir.

jueves, 9 de agosto de 2012

Algo de corazón

Te lo voy a contar todo. Te voy a contar lo feliz que me sentí justo en el lugar que tú ahora ocupas. Cómo me sentía el más afortunado por creer haber encontrado algo tan único. Y, durante días, me sentí el más orgulloso. Y, durante meses, pensé que nuestra conexión era inalcanzable. Sin embargo, después de todo eso llegó la fractura. El completo descontrol de unas grietas que no fui capaz de ver en su momento y que acabaron con tanta unión. Es difícil ver pasar lo que quieres delante tuya y no mover ni un solo músculo para alcanzarlo, pero hay ocasiones en las que no te queda otra. Así, le eché de menos cada día hasta que me volví vulnerable. Y como si no hubieran pasado tantos meses en medio, otra vez las sonrisas, la confianza, las tonterías. Pero no es tan fácil como parece. También volvieron aquellos cambios de humor, aquellas desapariciones repentinas. Un día tras otro me estallaba la cabeza y la vida, en parte, también. Agarré fuerte la ilusión entre mis manos para que no se cayera. Apreté mis dientes y seguí caminando dispuesto a tirar de él. Hasta que entendí que él no quería seguir por mi camino. Pedí a gritos mi nominación, pero cuando me vi con un pie en la calle, deseé con todas mis fuerzas que la audiencia me salvara, para luego darme cuenta de que solo un abandono voluntario me habría sacado de todo aquello. Y puedes creerme, o puedes no hacerlo, pero se lo pedí. Le pedí que me dejara ir. Porque yo ya no podía más. Ya no quería seguir así. Ya me daba igual tirar por la borda todo aquel largometraje, aunque por dentro me moría de miedo de tan sólo pensar que aceptaría mi rendición y que todo se acabaría realmente ahí. Igual que la primera vez.

Ahora, algunos días son geniales y otros son horribles, pero lo he hecho lo mejor que he podido. No sé si lo hubiera conseguido de otra forma ni si después de tanto tiempo su significado pierde valor. Es algo que no puedes comprender porque incluso a mí me cuesta trabajo, porque he pasado las peores noches que pudieras imaginar y porque, al final, me quedó cicatriz. Pero no puedo evitarlo, él me habla en palabras y yo le veo en sentimientos. Por eso sé que seguramente ahora está pensando que le odio, pero no lo entiende, no es así, sólo estoy cansado de jugar con sus reglas, nada más.

Soy un ganador porque he luchado cada centésima de cada segundo. De mejor, de peor forma, pero lo he hecho. Y eso no me lo puedes quitar. Que tú ahora vayas a su lado no tiene nada que ver, eso es lo que no entiendes. Yo lo intenté. No tienes ni idea de cuánto me esforcé. Intenté hablar con él, ser sincero, ser su apoyo, pedí ayuda, escribí, comprendí su mayor secreto e incluso le perdoné todo. Y nada funcionó. Nada de lo que hice logró influir en él. Así que no te atrevas a quedarte ahí y decirme que no lo intenté. Porque lo hice. Pero fue tan estúpido que no se dio cuenta.

No soy yo el que tengo que ir más allá. El respeto se gana. Pero, ¿tú qué te has ganado?