lunes, 14 de marzo de 2011

Alguien me enseñó

La verdad es que no sé qué decirte. Hace nada estaba ahí tan tranquilo, como siempre. Viviendo con hechos y arrancando colores. En Diciembre, llovía. En Octubre, llovía. Y el fin de semana fue como un Noviembre condensado en dos días. Para las prisas, un autobús directo al aeropuerto. Allí, los vuelos de días azules llegaban con retraso. Con un insoportable retraso. Hubiera perdido los papeles, pero es que nunca llegué a encontrarlos. Tenía que haberlos buscado considerándolo una cuestión de obligación moral y no de necesidad natural. Siempre me equivoco y lo hago al revés. Me pasó lo mismo con eso de la felicidad y su escurridiza tarjeta de embarque. No sé cómo lo hace. Siempre la ponen en clase preferente y nunca coincidimos. Ya sabes, los trucos fáciles para los días duros y la doble moral de las compañías. Se permite exceso de labios, pero no de besos. Y yo, y esa manía de buscar el futuro en el pretérito imperfecto, directos a clase turista. Contigo. Y no sé muy bien qué decirte en medio de todo esto. Siempre igual, ya no me acuerdo de quien eras. La cosa es que te miro y mi mente quiere recordarte. Miro tus manos, que no paran de moverse, como intentando explicarme quien fuiste en mi vida, y sigo en blanco. Tus ojos quieren decirme algo, pero se quedan callados. Tu boca parece triste, pero no hay manera. Ando por mi cabeza buscándote en algún rincón, y sigue sin haber forma. Te perdí entre tanta terminal. Entre tanto terminar. Pero no te preocupes. Quizá mi memoria sea de efecto retardado. Es eso, ya verás. Llegará el día. Después de echarnos a perder sería una pena perdernos. Cuídate, hay algo en ti que me dice lo que significaste para mí. Es esa mirada tan triste y esa sensación de tener que protegerte. Tienes que entender que no puedes embarcar con todo lo que guardas dentro. Los recuerdos no son equipaje de mano. Eso se queda en tierra. Yo lo aprendí muy bien. Si quieres volar, los recuerdos se entierran.

2 comentarios:

  1. Unas cuantas turbulencias...y un asiento en ventanilla para poder meditar mientras el sol nos achucha.
    Mi equipaje de mano sería la mano de la otra persona, pero incluso eso puede quedarse en tierra. Por equivocación o por olvido.

    Muy buena entrada, te sigo :)

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