martes, 19 de junio de 2012

Un robot

Hay decisiones que se toman sin ni siquiera darse cuenta. Tu elección es esta y la mía la contraria. Y es una pena. Es una pena porque yo me acuerdo de todo. Incluso de las cosas malas. Y de las cosas que no sabes que sé. Y con todo eso, como las otras veces que perdí, pienso que esta es diferente. Que la diferencia vendrá marcada por la deferencia. 
Es como si no hubiese aprendido nada en todo este tiempo. ¡Pero claro que lo he hecho! Tengo recuerdos. Tengo memoria. Y a veces todavía pienso que me puede explotar el corazón. Y aunque ya debería saberlo todo sobre esperar y sobre el tiempo y sobre los errores que conllevan, la verdad es que ahora mismo no sé nada. Sigo creyendo que lo importante es lo que uno siente adentro, y que luego llega la vida. Que la cabeza es mejor dejarla para los exámenes y que hay que ponerla en cuarentena para asumir riesgos. 
Yo no era de los que creían en los arrepentimientos tardíos. Es más, los odiaba. Pero ahora no puedo parar de preguntarme si realmente pueden existir. Si realmente quiero que existan. Y en la búsqueda de la respuesta he entrado en millones de guerras que no eran las mías para, sin darme cuenta, defender mi propia causa. Pensando que si ellos ganaban, que si ellos no lo daban por muerto, en cierta manera yo también podría salvar el obstáculo. Porque no hay nada más allá de una derrota. Los ganadores morales no ganan nada.


Y me encantaría poder pensar que no te has equivocado. Que ninguno de ellos lo hizo. 
Pero no puedo.

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