Me quedé solo en el coche, con las manos bien agarradas al volante. Como esperando a que se subieran más casualidades que me permitieran prorrogar lo improrrogable. Con esa sensación de tener ganas de reír y llorar, todo a la vez. Aunque, acompañado o no, sólo me importaba traerte hasta aquí, para que vieras que mis sábanas estaban tan liadas como yo. Con tanto desorden no sabía si marcharme a vivir al condicional o iniciar una guerra que lo derrocara definitivamente.
Lo cierto es que mi cabeza no para de recordar, y ya no son sólo las canciones tristes. Ahora también son las alegres y las sonrisas y las victorias. Es el cristal y es la película. Es Alex y es Vibraciones. Estás en todas partes. Y no paro de achicar agua, pero me rebosa sin remedio. La culpa es del cinturón de seguridad, que me ha dejado inmovilizado. Que me aprieta y me hace una marca cada vez más grande. Estoy completamente solo entre tanto asiento vacío. Entre tanta nada. Y aunque nada es lo que me quedaba por aprender, todavía no había llegado a la solución. Al final, los hechos de más se desprecian, y en el resultado sólo me queda echarte de menos.
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