Era mentira que no me acordaba de todo lo que pasó en 1997. Recuerdo que ella se equivocó. Decía cosas como que todo estaría bien y que lo malo no podría atravesar nuestras defensas, pero, realmente, se podía ver en sus ojos que ella misma no se creía ni una de sus palabras. Entonces llegó la ausencia. Entonces llegó la nada. Y empezó a romperlo todo, a dejarlo inservible. Exactamente igual que en el libro. El tiempo se paró. El mundo que conocíamos desapareció. Y con él las personas que éramos.
La nada estropeó los recuerdos, secó las lágrimas, se llevó los echos de menos. Fue un gran terremoto, con sus insoportables réplicas. Literalmente insoportables, no conseguimos vencerlas. Nos demostraron que éramos débiles, que ni siquiera nuestra unión servía para algo.
En 1997 estábamos sólos, no existía Bilbao, ni existía Jon. Intentábamos remendarlo todo, pero nunca era suficiente. Aquello nos perseguía allá donde fuéramos. Queríamos ser capaces de mirarlo directamente a los ojos sin que doliera, pero no lo conseguíamos. Entonces tuvimos que empezar a actuar como si no pasara nada, porque, a ojos del resto, no pasaba nada. Ellos hacían como si se preocuparan por lo que nos estaba ocurriendo, pero era mentira. Tan mentira como que realmente pertenecíamos a ese lugar.
Después también desapareció el nosotros. Del plural pasé al singular. La mayoría optaron por inmolarse, volviendo a lo que una vez habían sido, quedando atrapados en otro tiempo.
Yo me volví insensible. No tuve otra opción. Si realmente hubiera sentido todo lo que tenía adentro me habría matado. Me convertí en alguien frío. Y el frío dejó que la oscuridad entrara en mí. Fue un instante y me corroí. Veía la forma en la que entonces me miraban. Me había convertido en uno de ellos. Lo sabía porque yo solía mirar así a la nada. Pero todo eso daba igual porque para aquel momento ya podía actuar como si no me importara nada. Como si no sintiera nada. Como si ni siquiera pudiera ver mis propios cortes.
Claro que era mentira que no me acordaba de todo esto. Simplemente no quería recordarlo. Mis defensas tiemblan cuando otra vez aparece la ausencia, en cualquiera de sus formas. Bajan la temperatura, vuelve a ser Diciembre de aquel año y yo vuelvo a ser frío. Es algo automático, no lo puedo evitar.
Para entender esto, hay que entender la nada, hay que entender 1997. Hay que entender que las réplicas siguen llegando.
domingo, 30 de diciembre de 2012
sábado, 1 de diciembre de 2012
Marcas
Debí de sentir lo mismo en 1997, aunque lo cierto es que apenas lo recuerdo. He olvidado casi completamente lo que pasó ese año, aquello del gran terremoto y todas sus réplicas. De eso tengo cicatrices, no recuerdos. Solamente sé que no dejaron nada en pie. Ni siquiera a mí. Exacta e insoportablemente igual que ahora. Es lo mismo, estoy seguro. Algo ha tenido que salir mal, se supone que esto no debía pasar así. Que los echos de menos no podían perder contra los hechos de más. Que a los sentimientos no se les podía aplicar la propiedad distributiva. Y que el Segundo Principio no podía imponerse como única ley. Pero todo está mal. La entropía se ha disparado y todo está desordenado. Todo está en ruinas, todo está echado a perder. Todo es frío, es insensible, es egoísta. Es como tú. Sólo queda esta desesperación que devino de la determinación.
Dime que tu marca no es el final. Que yo no me he equivocado y que tú no has cambiado. Dime algo porque yo ya no puedo arreglar esto. No entiendo porque no paro de curarte, pero tú no dejas de morirte.
Dime que tu marca no es el final. Que yo no me he equivocado y que tú no has cambiado. Dime algo porque yo ya no puedo arreglar esto. No entiendo porque no paro de curarte, pero tú no dejas de morirte.
sábado, 17 de noviembre de 2012
El pasado
Aquí me acorrala lo obsoleto. Me rodea, me agarra, se pega a mí, no me deja en paz. Yo ya no quiero este camino ni todas esas cosas que tantas veces me he molestado en explicar. Yo sólo me pongo triste cuando pienso que Bilbao está demasiado lejos y que ya me he cansado de tener que publicar mil palabras para compensar un sólo hecho.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Ganar
Yo no sé qué se rompió. Ni si quiera sé si había algo que romperse. En el inicio todo es frágil y con un poco de viento se puede estropear. Es como se supone que debe ser. Pero por más que itero nunca llego a la solución óptima del problema, siempre me da la misma. Una y otra vez. Es un insoportable acierto detrás de otro. Así podría seguir infinitamente, pero sólo esperaré un poco más a ver si consigo cuadrar los números. A ver si yo también consigo cambiar de cuadrante y ser real. Para que las cosas no duelan más, para que nunca más venga toda esta pena. Tengo que seguir luchando contra él. Soy un superviviente y todavía aguanto, pero no sé cuánto tiempo más podré resistir, mis defensas están cayendo. Tengo que ser más fuerte que nunca, porque volveré a tener la opción de ganar todo esto, pero tendré que perder voluntariamente. Él siempre lo arruina todo, él lo hace imposible.
viernes, 2 de noviembre de 2012
The Velveteen Rabbit
‘What is real?’ asked the rabbit one day when they were laying side by side. ‘Does it mean hearing things that buzz inside you and a stick out handle?’
‘Does it hurt?’ asked the Rabbit.
‘Sometimes,’ said the Skin Horse, for he was always truthful. ‘When you are Real you don’t mind being hurt.’
‘Does it happen all at once, like being wound up,’ he asked, ‘or bit by bit?’
‘It doesn’t happen all at once,’ said the Skin Horse. ‘You become. It takes a long time. That’s why it doesn’t happen often to people who break easily, or have sharp edges, or who have to be carefully kept. Generally, by the time you are Real, most of your hair has been loved off, and your eyes drop out and you get loose in the joints and very shabby. But these things don’t matter at all, because once you are Real you can’t be ugly, except to people who don’t understand.’
domingo, 28 de octubre de 2012
Y si
Pienso en cosas que no debería y me acuerdo de personas que perdí para siempre. No he llorado porque sé que vosotros tampoco lo habéis hecho. Aquí siempre pasa lo mismo, siempre nos inunda la sequía. He estado haciendo el idiota buscando las cosas que se fueron de este lugar. Supongo que tenia que haber sabido qué hacer desde el principio. ¡Pero han tenido tanto tiempo! Les odié por todo lo que me hicieron. Les odié. Pero luego me convencí de que me querían. Y me convencí de lo duro que debió de ser para ellos también. Y lo entendí. Así es cómo un hombre debe aguantar. Así es como un hombre quiere. ¿Pero y ellos? Sin decirme nada durante tanto tiempo. Y huyendo sin decir adiós. Como si yo no importara nada en sus vidas. Me hacen daño de una forma que no lograré superar. Pero a ellos les da igual, ellos son fríos. Mis defensas tiemblan porque la ilusión computó como derrota, los mejores amigos computaron como derrota y quien no supo quererme también computó como derrota. Todos se fueron. ¡Y parece que ninguno lo entiende! No importa lo inteligente, guapo o gracioso que el resto piense que soy. Cuando se trata de ellos siempre voy a ser ese chico tonto que intentaba hacerles reír con cualquier tontería.
lunes, 22 de octubre de 2012
Una leyenda
Con el tiempo, yo conseguí romper mi maldición y aprender a querer de verdad. El malo malísimo que vivía en mi cabeza se convirtió en tan sólo un monstruo de papel. De esos que si se mojan se vuelven pequeños hasta casi desaparecer. Mi octubre dejó de ser un agujero negro y sólo espero que él también lo consiga. Estoy seguro de que alguien será capaz de ver lo que hay debajo de todas sus canciones, de todas sus fotos, de todas sus palabras, y consiga librarle de la maldición que, como todo buen monstruo, posee. Él no lo sabe, pero su tiempo se acaba. Y sólo espero que él también lo consiga.
viernes, 12 de octubre de 2012
Atrás
Antes, las cosas eran distintas. Jon era el chico más divertido que había conocido y, por seguro, el más original. No había nadie que me llenara el corazón como él lo hacía cuando trataba de impresionarme con esas frases de Rayuela o cuando me leía capítulos de El Principito una y otra vez. Yo me hacía el duro, pero cuando me hablaba sólo pensaba en que el día era demasiado corto y en que jamás podría cansarme de esos cafés con él por Bilbao. No lo sé. No sé cuándo han llegado estos días polares. De repente sólo está este frío.
domingo, 30 de septiembre de 2012
Plutón
Desde que Plutón ya no era un planeta del Sistema Solar, Jon estaba vacío. A mí me parecía una tontería, aunque en el fondo me preocupaba que lo usara como una especie de metáfora para decirme que todo lo que está lejos acaba dejando de tener valor. A veces estaba seguro de que Jon sabía perfectamente que yo ya no le quería y por eso me intentaba poner contra las cuerdas con sus tonterías del espacio. Yo era inmaduro, autocompasivo y egoísta, y con tal de no tener que hacerme frente a mí mismo, deseaba que la disociación que yo sentía al estar con él, no la sintiera él al estar conmigo. "Algo va mal", me dijo cuando llegué a casa.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Un equipo
Lo he leído todo. Apareces desde la primera página, aunque pronto pierdes protagonismo. Estoy tan cerca de ti. Más que nunca. Más que cuando esperaba. Y más que cuando no tenía que esperar. Nuestra distancia se acorta, como siempre que se acerca Octubre. Sé que era así como tú te sentiste en el lugar que ahora yo ocupo. Y no estoy diciendo que hoy que te entiendo todo dé igual. Tú mantienes tu victoria y yo mantengo mis 22. Pero ahora yo también estoy corroído. He ganado. Como tú. A cualquier precio. Supongo que eso nos deja en la misma posición. Supongo que volvemos a jugar en el mismo equipo.
jueves, 20 de septiembre de 2012
Septiembre
Había entrado con un pensamiento completamente distinto al que tenía desde hacía un par de meses. Y perfectamente podía ser el reto más difícil de cuantos Septiembres había vivido. Pero ahí estaba él. Si le vieras cuando le da el sol en los ojos entenderías todo lo que digo. Es como si hubiera estado en sitios en los que ni siquiera antes había pensado. Y como si encendiera de golpe todo lo que antes había estado apagado. Esperando.
viernes, 7 de septiembre de 2012
Corea
Ella llevaba razón. Se había pasado la tarde tratando de convencer a los chicos de que si Corea eliminaba a Italia, también podría eliminar a España del mundial. El resto no le hacían caso porque, según ellos, sólo era una chica. Mientras hablaba, me miraba y yo sentía que sólo hablaba para mí, y, en cierto sentido, así era. Con los años me enteré de que no era casualidad y entendí que fui un estúpido por dejarla pasar.
jueves, 30 de agosto de 2012
New Hampshire
Como no tenemos nada que nos retenga, Alex y yo cogemos el primer vuelo que sale a New Hampshire. Quedarse aquí con Jon es como escoger la soledad en cualquiera de sus manifestaciones. Hablo con él y no sé si sabe lo mío con Alex, y no dejo de preguntarme si mientras está en mi pensamiento estará mirando fijamente en su móvil una de esas panorámicas de Santander. En el aeropuerto, Jon me dice que lo siente, que yo llevaba razón, que debía haberse quedado conmigo y yo le pregunto qué hará por Bilbao y no le digo que 1997 se ha vuelto a repetir.
jueves, 9 de agosto de 2012
Algo de corazón
Te lo voy a contar todo. Te voy a contar lo feliz que me sentí justo en el lugar que tú ahora ocupas. Cómo me sentía el más afortunado por creer haber encontrado algo tan único. Y, durante días, me sentí el más orgulloso. Y, durante meses, pensé que nuestra conexión era inalcanzable. Sin embargo, después de todo eso llegó la fractura. El completo descontrol de unas grietas que no fui capaz de ver en su momento y que acabaron con tanta unión. Es difícil ver pasar lo que quieres delante tuya y no mover ni un solo músculo para alcanzarlo, pero hay ocasiones en las que no te queda otra. Así, le eché de menos cada día hasta que me volví vulnerable. Y como si no hubieran pasado tantos meses en medio, otra vez las sonrisas, la confianza, las tonterías. Pero no es tan fácil como parece. También volvieron aquellos cambios de humor, aquellas desapariciones repentinas. Un día tras otro me estallaba la cabeza y la vida, en parte, también. Agarré fuerte la ilusión entre mis manos para que no se cayera. Apreté mis dientes y seguí caminando dispuesto a tirar de él. Hasta que entendí que él no quería seguir por mi camino. Pedí a gritos mi nominación, pero cuando me vi con un pie en la calle, deseé con todas mis fuerzas que la audiencia me salvara, para luego darme cuenta de que solo un abandono voluntario me habría sacado de todo aquello. Y puedes creerme, o puedes no hacerlo, pero se lo pedí. Le pedí que me dejara ir. Porque yo ya no podía más. Ya no quería seguir así. Ya me daba igual tirar por la borda todo aquel largometraje, aunque por dentro me moría de miedo de tan sólo pensar que aceptaría mi rendición y que todo se acabaría realmente ahí. Igual que la primera vez.
Ahora, algunos días son geniales y otros son horribles, pero lo he hecho lo mejor que he podido. No sé si lo hubiera conseguido de otra forma ni si después de tanto tiempo su significado pierde valor. Es algo que no puedes comprender porque incluso a mí me cuesta trabajo, porque he pasado las peores noches que pudieras imaginar y porque, al final, me quedó cicatriz. Pero no puedo evitarlo, él me habla en palabras y yo le veo en sentimientos. Por eso sé que seguramente ahora está pensando que le odio, pero no lo entiende, no es así, sólo estoy cansado de jugar con sus reglas, nada más.
Soy un ganador porque he luchado cada centésima de cada segundo. De mejor, de peor forma, pero lo he hecho. Y eso no me lo puedes quitar. Que tú ahora vayas a su lado no tiene nada que ver, eso es lo que no entiendes. Yo lo intenté. No tienes ni idea de cuánto me esforcé. Intenté hablar con él, ser sincero, ser su apoyo, pedí ayuda, escribí, comprendí su mayor secreto e incluso le perdoné todo. Y nada funcionó. Nada de lo que hice logró influir en él. Así que no te atrevas a quedarte ahí y decirme que no lo intenté. Porque lo hice. Pero fue tan estúpido que no se dio cuenta.
No soy yo el que tengo que ir más allá. El respeto se gana. Pero, ¿tú qué te has ganado?
Ahora, algunos días son geniales y otros son horribles, pero lo he hecho lo mejor que he podido. No sé si lo hubiera conseguido de otra forma ni si después de tanto tiempo su significado pierde valor. Es algo que no puedes comprender porque incluso a mí me cuesta trabajo, porque he pasado las peores noches que pudieras imaginar y porque, al final, me quedó cicatriz. Pero no puedo evitarlo, él me habla en palabras y yo le veo en sentimientos. Por eso sé que seguramente ahora está pensando que le odio, pero no lo entiende, no es así, sólo estoy cansado de jugar con sus reglas, nada más.
Soy un ganador porque he luchado cada centésima de cada segundo. De mejor, de peor forma, pero lo he hecho. Y eso no me lo puedes quitar. Que tú ahora vayas a su lado no tiene nada que ver, eso es lo que no entiendes. Yo lo intenté. No tienes ni idea de cuánto me esforcé. Intenté hablar con él, ser sincero, ser su apoyo, pedí ayuda, escribí, comprendí su mayor secreto e incluso le perdoné todo. Y nada funcionó. Nada de lo que hice logró influir en él. Así que no te atrevas a quedarte ahí y decirme que no lo intenté. Porque lo hice. Pero fue tan estúpido que no se dio cuenta.
No soy yo el que tengo que ir más allá. El respeto se gana. Pero, ¿tú qué te has ganado?
lunes, 2 de julio de 2012
Una razón lógica
La competición es cada vez más exigente. No todos soportan su ritmo y se ven obligados a abandonar por la primera salida que encuentran. Hay que saber muy bien reservar las fuerzas para cuando son realmente necesarias. Tomar mucha ventaja al comienzo no sirve de nada. Los que son favoritos desde el principio acaban cediendo poco a poco al desgaste. Luego, las temporadas siempre parecen alargarse más de la cuenta, pero, cuando terminan, los tres últimos clasificados deben perder la categoría. Al final sólo importa el resultado. El casillero de puntos. Lo que ha pasado en el campo se queda como una anécdota, y aunque debería ser lo realmente importante, no lo es. Y no siempre es justo, hay equipos que hacen buenas temporadas que se ven abocados al descenso. Son las reglas.
Los aficionados siempre se apiadan de los equipos modestos que luchan por seguir en Primera. No importa que cometan errores, es lo que se espera de ellos. Muchas veces, la inexperiencia de los recién ascendidos lleva a su inadaptación. La indecisión no ayuda en nada porque no hay margen para el error, y hay que saber sacar la cara sin presión o con ella. Los jugadores deben aprender rápidamente lo que es el trabajo en equipo. Y que si cae uno caen todos. Deben actuar y dejar de ser esa clase de personas que tienen tanto miedo al fracaso que piensan que la menor obligación ya es una gran responsabilidad. Y aunque desde fuera el público sea permisivo, a nadie le gusta cometer errores.
El calendario de este año nos ha perjudicado constantemente. Ya sabes, la federación siempre respeta a los clubes históricos y los que empezamos de cero tenemos que ganarnos el hueco. Creo que perdimos muchos partidos por no saber imponer nuestro juego. Perdonando, quizá, demasiado. No supimos plantarle cara a los grandes equipos, y, aunque salimos al campo con ganas de comernos el mundo, muchas veces fue el mundo el que nos comió a nosotros. Sin embargo, también hubo partidos que di por perdidos desde el comienzo y volvimos a casa con la mayor de las victorias. Hubo jornadas en las que tuvimos que confiar en el futuro porque las matemáticas nos dejaban muy lejos de nuestro objetivo, y jornadas en las que ni siquiera podíamos agarrarnos a ese futuro pensando que mañana no habríamos conseguido nuestra meta. Las circunstancias nos hicieron crecer y madurar. A base de perder, pero también de ganar.
Nos hemos mantenido en segundo plano, como intentando pasar desapercibidos. Hemos pasado muchos días ocupando plazas de descenso y, a ojos del resto, éramos carne de Segunda División. Pero creo que finalmente lo hemos conseguido. Nos quedamos un año más. Resulta que había tres equipos todavía más débiles que nosotros, si cabe. La verdad es que no sé si tiene mucho mérito conseguir la permanencia así. Además, mantenerse en la categoría puede ser el peor de los castigos para un equipo modesto como nosotros. Sobre todo si ya no hay unión entre sus jugadores. A veces es mejor entender que no hay más que hacer y no prorrogar el contrato por una temporada más que pueda traer consecuencias peores, como la desaparición definitiva de la entidad que formamos. Es difícil aceptar que no todas las victorias son positivas, así como no todas las derrotas son sinónimo de pérdida.
Los aficionados siempre se apiadan de los equipos modestos que luchan por seguir en Primera. No importa que cometan errores, es lo que se espera de ellos. Muchas veces, la inexperiencia de los recién ascendidos lleva a su inadaptación. La indecisión no ayuda en nada porque no hay margen para el error, y hay que saber sacar la cara sin presión o con ella. Los jugadores deben aprender rápidamente lo que es el trabajo en equipo. Y que si cae uno caen todos. Deben actuar y dejar de ser esa clase de personas que tienen tanto miedo al fracaso que piensan que la menor obligación ya es una gran responsabilidad. Y aunque desde fuera el público sea permisivo, a nadie le gusta cometer errores.
El calendario de este año nos ha perjudicado constantemente. Ya sabes, la federación siempre respeta a los clubes históricos y los que empezamos de cero tenemos que ganarnos el hueco. Creo que perdimos muchos partidos por no saber imponer nuestro juego. Perdonando, quizá, demasiado. No supimos plantarle cara a los grandes equipos, y, aunque salimos al campo con ganas de comernos el mundo, muchas veces fue el mundo el que nos comió a nosotros. Sin embargo, también hubo partidos que di por perdidos desde el comienzo y volvimos a casa con la mayor de las victorias. Hubo jornadas en las que tuvimos que confiar en el futuro porque las matemáticas nos dejaban muy lejos de nuestro objetivo, y jornadas en las que ni siquiera podíamos agarrarnos a ese futuro pensando que mañana no habríamos conseguido nuestra meta. Las circunstancias nos hicieron crecer y madurar. A base de perder, pero también de ganar.
Nos hemos mantenido en segundo plano, como intentando pasar desapercibidos. Hemos pasado muchos días ocupando plazas de descenso y, a ojos del resto, éramos carne de Segunda División. Pero creo que finalmente lo hemos conseguido. Nos quedamos un año más. Resulta que había tres equipos todavía más débiles que nosotros, si cabe. La verdad es que no sé si tiene mucho mérito conseguir la permanencia así. Además, mantenerse en la categoría puede ser el peor de los castigos para un equipo modesto como nosotros. Sobre todo si ya no hay unión entre sus jugadores. A veces es mejor entender que no hay más que hacer y no prorrogar el contrato por una temporada más que pueda traer consecuencias peores, como la desaparición definitiva de la entidad que formamos. Es difícil aceptar que no todas las victorias son positivas, así como no todas las derrotas son sinónimo de pérdida.
A menudo luchamos mucho para conseguir algo, pero una vez lo tenemos, no luchamos de la misma manera para conservarlo. Y tan a menudo sólo se necesita una razón lógica. Una razón lógica que lo explique todo.
martes, 19 de junio de 2012
Un robot
Hay decisiones que se toman sin ni siquiera darse cuenta. Tu elección es esta y la mía la contraria. Y es una pena. Es una pena porque yo me acuerdo de todo. Incluso de las cosas malas. Y de las cosas que no sabes que sé. Y con todo eso, como las otras veces que perdí, pienso que esta es diferente. Que la diferencia vendrá marcada por la deferencia.
Es como si no hubiese aprendido nada en todo este tiempo. ¡Pero claro que lo he hecho! Tengo recuerdos. Tengo memoria. Y a veces todavía pienso que me puede explotar el corazón. Y aunque ya debería saberlo todo sobre esperar y sobre el tiempo y sobre los errores que conllevan, la verdad es que ahora mismo no sé nada. Sigo creyendo que lo importante es lo que uno siente adentro, y que luego llega la vida. Que la cabeza es mejor dejarla para los exámenes y que hay que ponerla en cuarentena para asumir riesgos.
Yo no era de los que creían en los arrepentimientos tardíos. Es más, los odiaba. Pero ahora no puedo parar de preguntarme si realmente pueden existir. Si realmente quiero que existan. Y en la búsqueda de la respuesta he entrado en millones de guerras que no eran las mías para, sin darme cuenta, defender mi propia causa. Pensando que si ellos ganaban, que si ellos no lo daban por muerto, en cierta manera yo también podría salvar el obstáculo. Porque no hay nada más allá de una derrota. Los ganadores morales no ganan nada.
Y me encantaría poder pensar que no te has equivocado. Que ninguno de ellos lo hizo.
Pero no puedo.
Es como si no hubiese aprendido nada en todo este tiempo. ¡Pero claro que lo he hecho! Tengo recuerdos. Tengo memoria. Y a veces todavía pienso que me puede explotar el corazón. Y aunque ya debería saberlo todo sobre esperar y sobre el tiempo y sobre los errores que conllevan, la verdad es que ahora mismo no sé nada. Sigo creyendo que lo importante es lo que uno siente adentro, y que luego llega la vida. Que la cabeza es mejor dejarla para los exámenes y que hay que ponerla en cuarentena para asumir riesgos.
Yo no era de los que creían en los arrepentimientos tardíos. Es más, los odiaba. Pero ahora no puedo parar de preguntarme si realmente pueden existir. Si realmente quiero que existan. Y en la búsqueda de la respuesta he entrado en millones de guerras que no eran las mías para, sin darme cuenta, defender mi propia causa. Pensando que si ellos ganaban, que si ellos no lo daban por muerto, en cierta manera yo también podría salvar el obstáculo. Porque no hay nada más allá de una derrota. Los ganadores morales no ganan nada.
Y me encantaría poder pensar que no te has equivocado. Que ninguno de ellos lo hizo.
Pero no puedo.
lunes, 7 de mayo de 2012
Un paso en falso
El nivel freático me ahoga. Parece que siempre pasa lo mismo, al principio no resulta difícil excavar y alcanzar cierta profundidad, pero luego llegan las inundaciones.
Los esfuerzos por achicar el agua no sirven de nada. Parece que sólo quedo yo para evitar que, en cuestión de días, esta obra quede completamente impracticable. La condición de sifonamiento me acecha y, cuando me alcance, todo en lo que he trabajado no será capaz de soportar más. Habrá perdido esa capacidad. Entonces, no se podrá hacer nada para arreglarlo y mi obra quedará a merced de las autoridades competentes que no tendrán más remedio que clausurarla.
Y no es justo. No es justo porque yo no quise empezar esta construcción, pero seré yo el único que pague sus consecuencias. Tendré que asumir las (ir-)responsabilidades de otros y ni siquiera podré decir nada porque el que planeó esta estructura lo hizo sin contratos de por medio.
La culpa también es mía. No quise hacerle caso al informe preliminar que me advertía de que mi suelo ya había llegado a su límite mucho antes de comenzar las excavaciones. A cambio, me creí la promesa de la constructora y jamás pensé que, de una semana a otra, se desentendería de su trabajo. No quise recordar que cuando un suelo llega al colapso sólo puede plastificar o romperse. No hay más opciones y las dos acaban igual.
Yo ya probé eso de la rotura. Ahora toca plastificar durante algún tiempo.
Los esfuerzos por achicar el agua no sirven de nada. Parece que sólo quedo yo para evitar que, en cuestión de días, esta obra quede completamente impracticable. La condición de sifonamiento me acecha y, cuando me alcance, todo en lo que he trabajado no será capaz de soportar más. Habrá perdido esa capacidad. Entonces, no se podrá hacer nada para arreglarlo y mi obra quedará a merced de las autoridades competentes que no tendrán más remedio que clausurarla.
Y no es justo. No es justo porque yo no quise empezar esta construcción, pero seré yo el único que pague sus consecuencias. Tendré que asumir las (ir-)responsabilidades de otros y ni siquiera podré decir nada porque el que planeó esta estructura lo hizo sin contratos de por medio.
La culpa también es mía. No quise hacerle caso al informe preliminar que me advertía de que mi suelo ya había llegado a su límite mucho antes de comenzar las excavaciones. A cambio, me creí la promesa de la constructora y jamás pensé que, de una semana a otra, se desentendería de su trabajo. No quise recordar que cuando un suelo llega al colapso sólo puede plastificar o romperse. No hay más opciones y las dos acaban igual.
Yo ya probé eso de la rotura. Ahora toca plastificar durante algún tiempo.
sábado, 21 de abril de 2012
Te lo dije
Lo sabía perfectamente antes de empezar la gala. Había mucha gente que me apoyaba y que confiaba en que, como tantas otras veces que la audiencia me había salvado, cuando se abriera la puerta yo estuviera detrás. Otros de mis compañeros esperaban que abandonara la casa desde hacia semanas. Lo esperaban tanto que parecía que algunos hasta lo deseaban.
Habría que volver una semana atrás para entender porque todos los nominados iniciales ya se habían salvado y la expulsión sólo era cosa de dos, dejándome al borde de ser eliminado. El lunes pasado había ocurrido lo peor, quienes yo creía de mi bando, me habían nominado. Todos iban de amigos pero realmente ninguno de ellos se preocupaba de mi felicidad. Ni siquiera parecían alegrarse de mis sonrisas. Ahí estaba yo, expuesto a la decisión del público, y ellos, que eran unos falsetes, unos mentirosicos y unos apuñaladorcicos, no.
Para mí no había sido difícil superar tantas nominaciones, en la casa se magnifica todo, y así me parecía haber querido como nunca, haber peleado con los mejores argumentos y haber perdido a golpe de las mayores decepciones. Tantos días dentro me habían hecho aprender lecciones de vida de forma intensiva. Sin saberlo, había llegado a ser uno de esos concursantes que se convierten en favoritos a base de ser minoría absoluta. Pero había algo que se escapaba a mi alcance. La repesca lo iba a cambiar todo. Cuando dejas cosas atrás, no esperas volver a verlas, y menos sabiendo que los que vienen de fuera siempre traen demasiada información del exterior y juegan con ventaja. Desde el momento en que vi entrar a los repescados, sabía que el siguiente expulsado sería yo, y aún así, decidí seguir. No me importó que los demás no lo entendieran, es más, no esperaba que lo hicieran.
La mayoría no son capaces de darse cuenta de que lo importante no es seguir en la competición. No a cualquier precio, al menos. Tan importante es tener principios como tener finales, y yo necesitaba el mío. Cada persona es un mundo, y cada semana es distinta a la anterior. Un 50% de los votos había decidido que debía abandonar la casa. No podía ser de otra forma y no podía ser otro porcentaje. Todos los que me apoyaban habían caído en la misma trampa que mis detractores. Ellos tampoco sabían nada y sólo confiaban en mi victoria porque me veían fuerte. Tan fuerte como para no decir nada. Sonrisa y al frente.
No pasa nada, el juego es así. Entré para ganar y arriesgué pensando que lo podía conseguir, y sin embargo, sabiendo que nunca lo haría. Otro ganara en el lugar que yo dejo, y llenará los vacíos que yo no supe llenar. Ya lo sabía. ¡Claro que lo sabía! Pero me debía intentarlo. Aún sabiendo el final. Aún sabiendo un final. Las lecciones de moral y los 'te lo dije' me sobran a pares. De alguna forma, los que me nominaron llevaban razón. ¿Y qué? Ellos no saben nada.
Habría que volver una semana atrás para entender porque todos los nominados iniciales ya se habían salvado y la expulsión sólo era cosa de dos, dejándome al borde de ser eliminado. El lunes pasado había ocurrido lo peor, quienes yo creía de mi bando, me habían nominado. Todos iban de amigos pero realmente ninguno de ellos se preocupaba de mi felicidad. Ni siquiera parecían alegrarse de mis sonrisas. Ahí estaba yo, expuesto a la decisión del público, y ellos, que eran unos falsetes, unos mentirosicos y unos apuñaladorcicos, no.
Para mí no había sido difícil superar tantas nominaciones, en la casa se magnifica todo, y así me parecía haber querido como nunca, haber peleado con los mejores argumentos y haber perdido a golpe de las mayores decepciones. Tantos días dentro me habían hecho aprender lecciones de vida de forma intensiva. Sin saberlo, había llegado a ser uno de esos concursantes que se convierten en favoritos a base de ser minoría absoluta. Pero había algo que se escapaba a mi alcance. La repesca lo iba a cambiar todo. Cuando dejas cosas atrás, no esperas volver a verlas, y menos sabiendo que los que vienen de fuera siempre traen demasiada información del exterior y juegan con ventaja. Desde el momento en que vi entrar a los repescados, sabía que el siguiente expulsado sería yo, y aún así, decidí seguir. No me importó que los demás no lo entendieran, es más, no esperaba que lo hicieran.
La mayoría no son capaces de darse cuenta de que lo importante no es seguir en la competición. No a cualquier precio, al menos. Tan importante es tener principios como tener finales, y yo necesitaba el mío. Cada persona es un mundo, y cada semana es distinta a la anterior. Un 50% de los votos había decidido que debía abandonar la casa. No podía ser de otra forma y no podía ser otro porcentaje. Todos los que me apoyaban habían caído en la misma trampa que mis detractores. Ellos tampoco sabían nada y sólo confiaban en mi victoria porque me veían fuerte. Tan fuerte como para no decir nada. Sonrisa y al frente.
No pasa nada, el juego es así. Entré para ganar y arriesgué pensando que lo podía conseguir, y sin embargo, sabiendo que nunca lo haría. Otro ganara en el lugar que yo dejo, y llenará los vacíos que yo no supe llenar. Ya lo sabía. ¡Claro que lo sabía! Pero me debía intentarlo. Aún sabiendo el final. Aún sabiendo un final. Las lecciones de moral y los 'te lo dije' me sobran a pares. De alguna forma, los que me nominaron llevaban razón. ¿Y qué? Ellos no saben nada.
sábado, 10 de marzo de 2012
Un modelo a seguir
En algún lugar del segundo cajón del armario están las medias naranjas que me vendieron hace tiempo. Eran caras, aunque al final resultaron ser cruz, y su precio, realmente no merecía la pena. Yo era de esos que nunca tiraban nada a la basura por si acaso alguna vez volvían los 90, con su rollo casual y sus raíces negras. Guardaba la ropa de otros años siempre cogida con alfileres a riesgo de olvidar que lo obsoleto siempre pincha. Suena raro y es difícil de entender, ya lo sé, pero cuando usas alguna prenda durante mucho tiempo, se le coge cariño y uno se vuelve perezoso. Luego supones que está muy vista, así que no la utilizas tanto, hasta que dejas de ponértela definitivamente. Pero cuando piensas en deshacerte de ella y sabes que no estará allí cuando vayas a cogerla, te arrepientes y, sin que nadie lo sepa, te aseguras de que esté bien escondida al fondo del armario, por si acaso algún día la vuelves a necesitar. ¡Claro que era de esos! Por entonces, todavía me rechazaban en los castings de moda y mis días de gloria en los catálogos de El Corte Inglés aún quedaban lejos. Pero siempre hay un momento que lo cambia todo y el mío llegó en la misma época en la que entendí que no puedes combinar dos estampados o que el azul y el verde se matan entre ellos. Así fue como decidí que debía abandonar a aquella ropa que empezaba a deteriorarse por el paso del tiempo y cuya batalla contra las bolitas estaba prácticamente perdida.
El resto de personas no lo saben, se equivocan sin cesar y, colgado en su percha, algo viejo y especial se resiste a ser defenestrado. Mi armario debe tener alguna fuga porque se vacía y se renueva una y otra vez. Estoy orgulloso de haber tirado todo lo que ya no me vale. No echo de menos a nada de lo que alguna vez formó parte de mi vestuario. De hecho, no puedo evitar preguntarme cómo pude llegar a comprar ciertas cosas. Mi victoria no está en mi exitoso pasado como modelo profesional, si no en todas las portadas que protagonicé por no dejarme vencer por lo anticuado y apostar por los must más innovadores. Y entre colección y colección, claro que me equivoqué pensando que había cosas realmente atemporales, creyendo que los jeans azules y las camisetas básicas te podían durar para siempre si sabías como combinarlas, pero, un día, también pasaron de moda.
Es triste tener que sentarte frente a todos esos críticos y estilistas para admitir que estás demodé, pero más triste es no ser capaz de aceptarlo. Y, ¿sabes? Esta sonrisa que tengo cada segundo de cada día me la he ganado. Muchas personas no lo entienden y pierden demasiados años de su vida esperando que vuelva algo, mirando con melancolía aquel cajón que guarda esa torera que nunca más volverá a ponerse de moda. En la pasarela, hasta cuando llegas al final debes seguir mirando hacia delante. Es el secreto más simple, pero el más grande, que aprendí en mis días como modelo. Y me siento un ganador por saberlo. Por estar lleno sin nada. No puedo pedir más. No necesito más.
El resto de personas no lo saben, se equivocan sin cesar y, colgado en su percha, algo viejo y especial se resiste a ser defenestrado. Mi armario debe tener alguna fuga porque se vacía y se renueva una y otra vez. Estoy orgulloso de haber tirado todo lo que ya no me vale. No echo de menos a nada de lo que alguna vez formó parte de mi vestuario. De hecho, no puedo evitar preguntarme cómo pude llegar a comprar ciertas cosas. Mi victoria no está en mi exitoso pasado como modelo profesional, si no en todas las portadas que protagonicé por no dejarme vencer por lo anticuado y apostar por los must más innovadores. Y entre colección y colección, claro que me equivoqué pensando que había cosas realmente atemporales, creyendo que los jeans azules y las camisetas básicas te podían durar para siempre si sabías como combinarlas, pero, un día, también pasaron de moda.
Es triste tener que sentarte frente a todos esos críticos y estilistas para admitir que estás demodé, pero más triste es no ser capaz de aceptarlo. Y, ¿sabes? Esta sonrisa que tengo cada segundo de cada día me la he ganado. Muchas personas no lo entienden y pierden demasiados años de su vida esperando que vuelva algo, mirando con melancolía aquel cajón que guarda esa torera que nunca más volverá a ponerse de moda. En la pasarela, hasta cuando llegas al final debes seguir mirando hacia delante. Es el secreto más simple, pero el más grande, que aprendí en mis días como modelo. Y me siento un ganador por saberlo. Por estar lleno sin nada. No puedo pedir más. No necesito más.
lunes, 27 de febrero de 2012
Universos para lelos
Los reportajes de la BBC que tratan de viajes en el tiempo y universos paralelos siempre me hacen creer que en alguna otra parte las cosas han ocurrido de una forma distinta. Lo que los ingleses no saben es que mi programación tiene tres historias que podrían arrebatarles el prime time y toda su audiencia. Las guerras es fácil iniciarlas, a veces se hace hasta sin darse cuenta y, así, empecé a recordar lo bien que había comenzado todo. Lo feliz que había sido justo hasta el día en que descubrí toda la verdad. Me puse a pensar en el momento en que decidí dejarlo todo atrás y borrarlo como si no hubiese existido y me pregunté, ¿qué habría pasado si no lo hubiera hecho?
Si fuéramos uno, lo tendríamos todo, ¿sabes? Todo. Como esas cosas que están hechas para ser y simplemente salen bien, sólo sirven para sumar. Con los sentimientos colgados en la azotea para que los viera bien todo el mundo y cambiando las vías por una habitación en Santander. Fichando a un invierno diferente cargado de acueductos y pudiéndome dar el gustazo de reirme de la gente que dice que lo mejor siempre está por llegar. Porque lo mejor sería esto. Yo no querría más, no necesitaría más.
Pero, en este universo, esta historia no ocurrió así.
Lo bueno del zapping es que te permite cambiar rápido de un tema a otro. Te puedes quedar con lo mejor de cada cadena y descubrir algo que siempre ha estado delante tuya pero que, de otra forma, nunca habrías encontrado y, de esta manera, pensé en cómo habíamos intentando salvar ese algo que creamos y en todo el tiempo que nos estuvo llevando recuperarnos de las mismas heridas provocadas por distintas personas. Y en cómo fracasamos una y otra vez. Entonces, imaginé que lo que no conseguimos curar, nunca llegó a un estado tan crítico, y me pregunté, ¿qué habría pasado si hubiéramos sobrevivido?
Si fuéramos dos, yo no tendría ningún secreto que ocultar. Lo de atrás quedaría atrapado en el pretérito imperfecto y me tendría que comer mis palabras porque pasarías al primer puesto justo en el momento en el que volvieran las extrasístoles para derribar mi pantalla de resistencia. Volvería a ver la vida pasar escribiendo en plural. Sonriendo por ver quién aguanta más la mirada y encajando de mala manera las piezas rotas para conseguir algo más que todas esas letras mayúsculas que me situarían como tu mayor defensa contra los días grises. Y, aunque la tristeza tendría la entrada permitida una vez al año, estoy seguro de que me sentiría como uno de esos peces que van en bolsas llenas de agua sin parar de moverse, dejándome llevar por tu mano. ¡Y yo hubiera sido tan feliz!
Pero, en este universo, esta historia no ocurrió así.
La publicidad da paso a nuevos bloques en los programas, y, normalmente, siempre dejan para el final el tema más importante, que suele no tener nada que ver con las historias anteriores. Sentado frente a una foto, empecé a comprender todas las pruebas que habíamos superado como grupo. Las nominaciones, las distancias, las rupturas y todo ese rollo de las discusiones entre amigos. Por eso me costó aceptar que las diferentes trayectorias que cada uno escogimos al final eran la tentativa fallida de eso mismo que había sido tan sólido. Entonces, pensé que las palabras de esa noche, otras anteriores y las fisuras internas que lo dividieron todo, jamás tuvieron lugar, y me pregunté, ¿qué habría pasado si hubiéramos superado la última prueba?
Si fuéramos cinco, no tendríamos que volver tan atrás o inventar tanto. El nivel freático a penas nos preocuparía y la consolidación primaria del terreno sería nuestro mejor aval para enfrentarnos a las autoridades competentes que hubiesen tratado de cerrarnos nuestra obra por el peligro de quedar impracticable. No podrían, las estructuras fuertes no sufren amenaza de derrumbamiento. Todo sería como una de esas series americanas en las que sólo se necesitan 40 minutos para arreglarlo todo y donde las grietas no se convierten en fracturas frágiles de esas que llegan sin previo aviso. Sonreiría al frente con el mayor as que se pueda tener en la manga. Mucho más grande que el ser uno o el ser dos. Realmente sería la historia de mi vida porque los amores vienen y van, y cuando se marchan parece lo más importante, pero hay algo que está por encima. Si fuéramos cinco, yo no habría aprendido esta lección ni hubiera entendido que, de las tres, esta es la historia más importante.
Pero, en este universo, esto tampoco ocurrió así.
Al final no hay más. No hay más programación, siempre se acaba lo interesante. Y no siempre terminas rodeado de la misma gente, de los mismos amigos y de las personas a la que una vez quisiste. Es todo el drama que viene después lo que nos hace preguntarnos si hemos actuado bien o mal. Si hemos hecho todo lo que pudimos. Nos hace pensar en los caminos que resultaron un error y mirar de reojo los que ya no son nuestro presente, consolándonos pensando que, según los documentales reciclados de física cuántica de La 2, en un universo paralelo todo sería diferente. Y, por un momento, me pregunto qué habría pasado si no se hubiera ido. Qué habría ocurrido si no hubiese cometido ese error. Qué habría sucedido si hubiera escogido otro camino. Y entonces es cuando comprendes que las cosas, al menos aquí, sólo ocurren de una manera y que el resto se lo dejamos a los átomos. En mi mundo, sigo viviendo como mejor sé hacer y, con el tiempo, eso es exactamente lo que entenderían los que quedaron atrapados en otro tiempo de mi vida.
Si fuéramos uno, lo tendríamos todo, ¿sabes? Todo. Como esas cosas que están hechas para ser y simplemente salen bien, sólo sirven para sumar. Con los sentimientos colgados en la azotea para que los viera bien todo el mundo y cambiando las vías por una habitación en Santander. Fichando a un invierno diferente cargado de acueductos y pudiéndome dar el gustazo de reirme de la gente que dice que lo mejor siempre está por llegar. Porque lo mejor sería esto. Yo no querría más, no necesitaría más.
Pero, en este universo, esta historia no ocurrió así.
Lo bueno del zapping es que te permite cambiar rápido de un tema a otro. Te puedes quedar con lo mejor de cada cadena y descubrir algo que siempre ha estado delante tuya pero que, de otra forma, nunca habrías encontrado y, de esta manera, pensé en cómo habíamos intentando salvar ese algo que creamos y en todo el tiempo que nos estuvo llevando recuperarnos de las mismas heridas provocadas por distintas personas. Y en cómo fracasamos una y otra vez. Entonces, imaginé que lo que no conseguimos curar, nunca llegó a un estado tan crítico, y me pregunté, ¿qué habría pasado si hubiéramos sobrevivido?
Si fuéramos dos, yo no tendría ningún secreto que ocultar. Lo de atrás quedaría atrapado en el pretérito imperfecto y me tendría que comer mis palabras porque pasarías al primer puesto justo en el momento en el que volvieran las extrasístoles para derribar mi pantalla de resistencia. Volvería a ver la vida pasar escribiendo en plural. Sonriendo por ver quién aguanta más la mirada y encajando de mala manera las piezas rotas para conseguir algo más que todas esas letras mayúsculas que me situarían como tu mayor defensa contra los días grises. Y, aunque la tristeza tendría la entrada permitida una vez al año, estoy seguro de que me sentiría como uno de esos peces que van en bolsas llenas de agua sin parar de moverse, dejándome llevar por tu mano. ¡Y yo hubiera sido tan feliz!
Pero, en este universo, esta historia no ocurrió así.
La publicidad da paso a nuevos bloques en los programas, y, normalmente, siempre dejan para el final el tema más importante, que suele no tener nada que ver con las historias anteriores. Sentado frente a una foto, empecé a comprender todas las pruebas que habíamos superado como grupo. Las nominaciones, las distancias, las rupturas y todo ese rollo de las discusiones entre amigos. Por eso me costó aceptar que las diferentes trayectorias que cada uno escogimos al final eran la tentativa fallida de eso mismo que había sido tan sólido. Entonces, pensé que las palabras de esa noche, otras anteriores y las fisuras internas que lo dividieron todo, jamás tuvieron lugar, y me pregunté, ¿qué habría pasado si hubiéramos superado la última prueba?
Si fuéramos cinco, no tendríamos que volver tan atrás o inventar tanto. El nivel freático a penas nos preocuparía y la consolidación primaria del terreno sería nuestro mejor aval para enfrentarnos a las autoridades competentes que hubiesen tratado de cerrarnos nuestra obra por el peligro de quedar impracticable. No podrían, las estructuras fuertes no sufren amenaza de derrumbamiento. Todo sería como una de esas series americanas en las que sólo se necesitan 40 minutos para arreglarlo todo y donde las grietas no se convierten en fracturas frágiles de esas que llegan sin previo aviso. Sonreiría al frente con el mayor as que se pueda tener en la manga. Mucho más grande que el ser uno o el ser dos. Realmente sería la historia de mi vida porque los amores vienen y van, y cuando se marchan parece lo más importante, pero hay algo que está por encima. Si fuéramos cinco, yo no habría aprendido esta lección ni hubiera entendido que, de las tres, esta es la historia más importante.
Pero, en este universo, esto tampoco ocurrió así.
Al final no hay más. No hay más programación, siempre se acaba lo interesante. Y no siempre terminas rodeado de la misma gente, de los mismos amigos y de las personas a la que una vez quisiste. Es todo el drama que viene después lo que nos hace preguntarnos si hemos actuado bien o mal. Si hemos hecho todo lo que pudimos. Nos hace pensar en los caminos que resultaron un error y mirar de reojo los que ya no son nuestro presente, consolándonos pensando que, según los documentales reciclados de física cuántica de La 2, en un universo paralelo todo sería diferente. Y, por un momento, me pregunto qué habría pasado si no se hubiera ido. Qué habría ocurrido si no hubiese cometido ese error. Qué habría sucedido si hubiera escogido otro camino. Y entonces es cuando comprendes que las cosas, al menos aquí, sólo ocurren de una manera y que el resto se lo dejamos a los átomos. En mi mundo, sigo viviendo como mejor sé hacer y, con el tiempo, eso es exactamente lo que entenderían los que quedaron atrapados en otro tiempo de mi vida.
miércoles, 25 de enero de 2012
Compañera de piso
Ella no cree en la distancia. Sabe que lejos se escapa entre los sentimientos de la gente y prefiere plantarle cara a todo el Sistema Internacional. Pasa de él, como hace Buffy con el vampire. Loquepás es que para entenderlo todo tendríamos que crear un nuevo horizonte de sucesos y volver atrás en el tiempo. Justo cuando yo aún no había sido nominado a ningún Oscar por mis mediocres interpretaciones. A cambio, todavía tenía un corazón.
No debí haberme dedicado nunca a mi carrera cinematográfica, pero con la decisión tomada busqué quien me pudiera formar mejor, y así fue como la encontré. Por casualidad. Apoyada contra la pared de aquel departamento, y creyéndome que ella era la actriz de la que todo el mundo hablaba, la que me podría orientar en mi incipiente camino por el mundo de la gran pantalla. Y pese a que era vox pópuli que ella era 'La Guapa', me había equivocado, no era la gran actriz. Me contó que su habilidad se encontraba entre las líneas de cokitosaureo y que se había pasado toda la noche junto a Nadine maquetando y venga a maquetar.
Lo que viene después el resto no lo podrían entender. Más que nada, porque yo la follow a ella y ella me follow a mi, pero al resto se les camba la peluca y no son capaces de seguirnos. No saben que 'Dumber' y 'El rey leona' se sitúan como los nuevos clásicos Disney, ni que hemos hecho un trato muy equitativo: ella cuida de mi hijo 9 meses, en condición de alquiler, y yo le cuido a Aloe por el momento.
Las diferencias marcan las deferencias. Nosotros odiamos pero queremos, y sabemos que aquí no se puede aplicar la propiedad conmutativa. Hay quien no lo sabe, y sólo puede mirar a cámara y susurrar: "este es un falso...". A ella ya la habían avisado, pero como es dura de oído, y siempre tan pop, prefiere escuchar al vozarrón de Katy Perry o poner el videoclip de las Saturdays en su tablón del Facebook. Junto a los resultados del Reisin, claro está.
En casa, yo le doy consejos de moda apostando fuerte por los abrigos a cuadros verdes, pero ella, que ya consiguió dar el click, hace resistencia mientras sigue en la búsqueda de unos botacones (el concepto). Y aunque en diciembre vivimos atemorizados por un grupo de vándalos que se intentaba colar cada noche en la casa de enfrente, supimos vencerles haciendo nuestro propio equipo Navidad, bombones de butano incluidos. Aunque habrá que tener cuidado, vayamos a tener un día alguna explosión con tanto incendio en cada extremo de la casa. Menos mal que tenemos a nuestros principales apoyos siempre dispuestos a velar por nosotros: la vecina, Dukan y Cucarto, que son como nuestros hombres: invisibles.
Fuera de la casa, lo hemos revolucionado todo y a todos. Algunos ignorantes se piensan que sólo existe un método para crear un grupo, pero nosotros hemos implementado nuestra propia función. El filtro es muy simple: si acabamos tu nombre en i, estás dentro. Y así entraron las principales protagonistas como Sandri, Esteli o Grasi. Aunque debemos de admitir que, quizá, la programación no sea nuestro fuerte. Es cambiar la MTV y sentirnos perdidos. Por eso, nuestro algoritmo puede introducir errores y no todos los que cumplan el requisito podrán ser uno más de los hippytruscos. Eso le pasa a Jaaaavi, Jaaaavi. Quiere unirse y pide ayuda a su manera.
Definitivamente creo que tendríamos que crear nuestra propia página oficial (con versión en inglés), www.losguapos.com, para contar todas las cosas que nos pasan. Y para avisar a nuestros clubs de fans de nuestros principales movimientos, de cuando escuchamos que viene un tronki, para aclararles finalmente si era culo o codo y, ante todo, para reconocer que los que ceceábamos éramos nosotros con tanto enceriolavida rodeándonos.
Ha sido difícil llegar hasta aquí, pero la vida me enseñó que hay pocos caminos buenos en la vida, y que cuando encuentras uno, como si fuera un golpe de suerte, no lo puedes dejar escapar. Hay que agarrarse con todas tus fuerzas. Había algo que me inquietaba, que me preocupaba, que me...perturbaba, y era que te pudieses olvidar de alguno de estos momentos, y que realmente pudieras pensar que la distancia se mide en kilómetros. Hay algo más importante que todo eso. Más que los que cuentan los horóscopos de la Cuore. Y es que puede que, después de todo, yo si tenga un corazón y haya decidido guardarlo en el lugar más importante de todos.
No debí haberme dedicado nunca a mi carrera cinematográfica, pero con la decisión tomada busqué quien me pudiera formar mejor, y así fue como la encontré. Por casualidad. Apoyada contra la pared de aquel departamento, y creyéndome que ella era la actriz de la que todo el mundo hablaba, la que me podría orientar en mi incipiente camino por el mundo de la gran pantalla. Y pese a que era vox pópuli que ella era 'La Guapa', me había equivocado, no era la gran actriz. Me contó que su habilidad se encontraba entre las líneas de cokitosaureo y que se había pasado toda la noche junto a Nadine maquetando y venga a maquetar.
Lo que viene después el resto no lo podrían entender. Más que nada, porque yo la follow a ella y ella me follow a mi, pero al resto se les camba la peluca y no son capaces de seguirnos. No saben que 'Dumber' y 'El rey leona' se sitúan como los nuevos clásicos Disney, ni que hemos hecho un trato muy equitativo: ella cuida de mi hijo 9 meses, en condición de alquiler, y yo le cuido a Aloe por el momento.
Las diferencias marcan las deferencias. Nosotros odiamos pero queremos, y sabemos que aquí no se puede aplicar la propiedad conmutativa. Hay quien no lo sabe, y sólo puede mirar a cámara y susurrar: "este es un falso...". A ella ya la habían avisado, pero como es dura de oído, y siempre tan pop, prefiere escuchar al vozarrón de Katy Perry o poner el videoclip de las Saturdays en su tablón del Facebook. Junto a los resultados del Reisin, claro está.
En casa, yo le doy consejos de moda apostando fuerte por los abrigos a cuadros verdes, pero ella, que ya consiguió dar el click, hace resistencia mientras sigue en la búsqueda de unos botacones (el concepto). Y aunque en diciembre vivimos atemorizados por un grupo de vándalos que se intentaba colar cada noche en la casa de enfrente, supimos vencerles haciendo nuestro propio equipo Navidad, bombones de butano incluidos. Aunque habrá que tener cuidado, vayamos a tener un día alguna explosión con tanto incendio en cada extremo de la casa. Menos mal que tenemos a nuestros principales apoyos siempre dispuestos a velar por nosotros: la vecina, Dukan y Cucarto, que son como nuestros hombres: invisibles.
Fuera de la casa, lo hemos revolucionado todo y a todos. Algunos ignorantes se piensan que sólo existe un método para crear un grupo, pero nosotros hemos implementado nuestra propia función. El filtro es muy simple: si acabamos tu nombre en i, estás dentro. Y así entraron las principales protagonistas como Sandri, Esteli o Grasi. Aunque debemos de admitir que, quizá, la programación no sea nuestro fuerte. Es cambiar la MTV y sentirnos perdidos. Por eso, nuestro algoritmo puede introducir errores y no todos los que cumplan el requisito podrán ser uno más de los hippytruscos. Eso le pasa a Jaaaavi, Jaaaavi. Quiere unirse y pide ayuda a su manera.
Definitivamente creo que tendríamos que crear nuestra propia página oficial (con versión en inglés), www.losguapos.com, para contar todas las cosas que nos pasan. Y para avisar a nuestros clubs de fans de nuestros principales movimientos, de cuando escuchamos que viene un tronki, para aclararles finalmente si era culo o codo y, ante todo, para reconocer que los que ceceábamos éramos nosotros con tanto enceriolavida rodeándonos.
Ha sido difícil llegar hasta aquí, pero la vida me enseñó que hay pocos caminos buenos en la vida, y que cuando encuentras uno, como si fuera un golpe de suerte, no lo puedes dejar escapar. Hay que agarrarse con todas tus fuerzas. Había algo que me inquietaba, que me preocupaba, que me...perturbaba, y era que te pudieses olvidar de alguno de estos momentos, y que realmente pudieras pensar que la distancia se mide en kilómetros. Hay algo más importante que todo eso. Más que los que cuentan los horóscopos de la Cuore. Y es que puede que, después de todo, yo si tenga un corazón y haya decidido guardarlo en el lugar más importante de todos.
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